El 30 de junio de 2011 ha sido un día histórico. El parlamento alemán ha ratificado, por abrumadora mayoría (513 votos a favor, 79 en contra y 8 abstenciones), el fin definitivo de la energía nuclear y el giro hacia la revolución energética que les llevará hacia un sistema 100% renovable.
La ley de abandono de la energía nuclear comprende varias fases: los 8 reactores más viejos e inseguros (que estaban en moratoria desde marzo) no volverán a ponerse en marcha. Los 9 restantes se irán cerrando con un calendario concreto: uno en 2015, otro en 2017, otro en 2019, tres en 2021 y los últimos tres en 2022. Aunque Greenpeace había demostrado la viabilidad de cerrarlas todas para 2015, es importante que esta ley no deja resquicios para una posible revisión futura del calendario, de forma que se excluye cualquier posibilidad de alargamiento de vida.
Los alemanes han aprendido la lección de Fukushima. No necesitamos más catástrofes nucleares para convencernos de que la nuclear es una energía desastrosa. Y antes de que suceda lo peor en cualquier central nuclear del propio país, es mejor tomar la decisión política de abandonar la nuclear voluntariamente.
Pero las razones de la nueva política energética alemana no son solo por el rechazo social a la nuclear, sino por pura economía: Alemania está convencida y comprometida de que las energías renovables y la eficiencia energética no solo contribuirán a hacer más sostenible la vida en la Tierra, sino a un futuro económico más sostenible. No nos quepa duda de que, con su decisión, los alemanes ganarán dinero. Por eso, han aprobado a la vez todo un paquete legislativo a favor de las renovables, que incluye: aceleración de las inversiones en nuevas redes, revisión de la eficiencia energética, promoción de la eólica y revisión de las tarifas de apoyo a las renovables.
El ejemplo de Alemania demuestra en la práctica lo que ya los estudios de Greenpeace analizaban en la teoría: abandonar la nuclear es posible gracias a las renovables, y no abandonar la nuclear es un gran obstáculo para el avance de las renovables. Además, en contra de los augurios de los pro-nucleares, esta decisión no va en contra, sino a favor, de la lucha contra el cambio climático: Alemania mantiene su compromiso de reducir las emisiones de CO2 en un 40% entre 1990 y 2020, y reducirá significativamente el uso de carbón.
¿Y qué diferencia a Alemania de España, para que aquí podamos hacer lo mismo? No nos diferencia la opinión pública, pues tanto allí como aquí el rechazo a la nuclear es ampliamente mayoritario, rechazo que se ha visto lógicamente incrementado tras Fukushima. No es que ellos tengan más sol, obviamente. Tal vez la diferencia sea que Alemania no tiene un gobierno con miedo al liderazgo.
Jose L. García Ortega, responsable de la campaña de Cambio climático de Greenpeace