Como en un capítulo de Juego de Tronos, esta mañana Malta ha despertado con un dragón en sus calles. Podría bien tratarse del mismo Drogon si no fuese por un detalle, este dragón no escupe fuego, escupe plástico.

Y quien lo maneja en este caso proviene de una dinastía con un lema propio “el beneficio viene primero”. Bajo sus alas los escudos de las “casas”, quien están inundando nuestro planeta de plástico.

¿Cómo ha llegado hasta aquí y por qué? Hace unas semanas, Greenpeace como parte del movimiento Break Free From Plastic, nos marcamos un objetivo: poner nombres y logotipos a la contaminación por plásticos que vemos en mares y costas. Para ello estuvimos durante dos semanas en las playas de Manila, no solo recogiendo la basura que encontrábamos, sino tomando nota de las marcas detrás de los envases. Y esto mismo hemos empezado a hacer también en otros países como España, Croacia y Holanda.

Los nombres poco a poco empiezan a destacar entre la basura: Nestlé, Unilever, Procter & Gamble, Coca-Cola y PepsiCo. Grandes corporaciones que manejan cada una su propio imperio de marcas.

Y ahora, este dragón corporativo ha extendido sus alas en Malta. Aquí se reúnen hoy políticos, empresas y organizaciones en la Conferencia Internacional Our Ocean para debatir y hacer públicos compromisos voluntarios que mejoren la salud de los océanos en torno a distintos temas prioritarios, uno de ellos la basura marina.

El problema es grande, va creciendo, y cada vez es más evidente. No hay que hacer mucho esfuerzo para encontrar plásticos en la costa o en el mar, flotando o en el fondo, de mayor o menor tamaño. Todos los hemos visto. Es un monstruo de miles de colores, formas y tamaños que envuelven refrescos, patatas, yogures, jabones o champús. Son hasta 12 millones de toneladas al año que llegan a los océanos y eso es difícil ya de esconder.

Las palabras están muy bien, pero hay que pasar a la acción. Y para eso se necesitan medidas que vayan al orígen del plástico, a donde se produce. Por mucho que se centren las campañas públicas y privadas en la responsabilidad del consumidor en reciclar de forma adecuada sus envases, eso solo no basta. Y tampoco es justo.

La clase política debe adoptar medidas que corten ese flujo de plástico y que limiten lo que las empresas pueden poner a la venta así como apoyar modelos alternativos. Y es responsabilidad también de las empresas que están detrás del problema buscar soluciones y alternativas para distribuir sus productos que no implique el plástico de usar y tirar. Esa es la salida fácil para ellas pero que tiene un coste elevado para todos.

Solo reduciendo la cantidad de plástico que se produce, y apostando por otras alternativas para distribuir y adquirir productos podremos realmente vencer a este dragón y que siga siendo solo un personaje de fantasía.