¿Recuerdas el TTIP, el acuerdo comercial que se negociaba entre la Unión Europea y los Estados Unidos? Esta negociación naufragó entre otras razones porque en 2016 cientos de miles de personas salieron a las calles de las capitales europeas y se recogieron 3,3 millones de firmas de ciudadanos europeos que se oponían tanto a la forma como al contenido de este tratado secreto. Greenpeace jugó un papel clave en la resistencia contra el TTIP, al publicar los textos filtrados de esas negociaciones en mayo de 2016. Esto causó que muchos políticos europeos endurecieran su postura, lo que provocó un colapso en las negociaciones comerciales.
Adivina qué pasa ahora. Mientras el TTIP está congelado temporalmente, el acuerdo comercial y de inversión entre la Unión Europea y Canadá, el CETA, entra hoy en vigor en la UE. Este tratado ha sido ya ratificado por el Parlamento Europeo, aunque contiene muchas de las características que hicieron infame al TTIP: tribunales especiales para las multinacionales, riesgo de reducción a la baja de estándares ambientales y acceso privilegiado de las corporaciones a los procesos de toma de decisiones sobre futuras regulaciones.
Hoy, 21 de septiembre, entra en vigor de manera provisional casi el 90% del CETA, pese a que muchos parlamentos nacionales y regionales de los Estados miembros de la UE todavía no lo han aprobado. De hecho, en España, la tramitación de la ley de aprobación del CETA está pendiente todavía de su discusión y votación en el Senado.
Canadá tiene estándares de seguridad alimentaria más débiles que la UE. Tienen un sector agrícola más intensivo y dependiente de los fertilizantes químicos y organismos genéticamente modificados. Hoy Greenpeace y el Instituto de Política Agrícola y Comercial de Canadá (IATP) advierten en 3 informes que el CETA otorga a las corporaciones norteamericanas herramientas para debilitar los estándares europeos con respecto a hormonas de crecimiento, limpieza de carne con químicos, transgénicos, clonación de animales y el etiquetado de país de origen. Lo que no han logrado hasta ahora a través de la Organización Mundial de Comercio pueden ahora conseguirlo a través del CETA.
A través del CETA, la agricultura de la UE se integrará aún más con la intensiva y tecnologizada industria cárnica canadiense y norteamericana, que carece de los estándares ambientales europeos en materia de trazabilidad y prohibición de determinadas prácticas, como el engorde de ganado con hormonas. La falta de leyes de etiquetado obligatorias en los Estados Unidos sobre la clonación, combinadas con el comercio frecuente de ganado vivo, cerdos, material genético y otros productos animales entre los Estados Unidos y Canadá, hacen altamente probable la presencia de material clonado y clones en el suministro de carne canadiense. Esto socava de facto la prohibición sobre clonación de animales en la UE.
Desde el año pasado, el salmón modificado genéticamente está permitido en Canadá. Cerca de 4,5 toneladas de filetes de salmón transgénicos sin etiquetar han sido vendidos en Canadá. Esto significa que los consumidores canadienses no pueden distinguir entre el salmón transgénico y el salmón normal. El CETA permitirá que las exportaciones de salmón desde Canadá a la UE crezcan, bajando los aranceles y ampliando las cuotas. ¿Cómo garantizará la UE que ningún salmón transgénico entra en el mercado?
El CETA es una amenaza y esta batalla no ha hecho más que empezar. Alrededor de 30 parlamentos regionales y nacionales de la Unión Europea tienen que decidir en los próximos meses si ratifican o no CETA. Y en España nuestros parlamentarios todavía pueden rechazar este acuerdo. Solo hace falta que sepan lo que realmente están votando.