Ahora que hablamos mucho del aceite de palma, conviene traer a colación a la empresa Musim Mas, un actor destacado en la complicidad del mercado español con el problema de la deforestación en Indonesia. Su filial española, Masol Iberia, es el resultado de la compra de las instalaciones de almacenamiento de aceite de palma y producción de biodiesel que tenía Infinita Renovables en el Puerto de Ferrol.
Musim Mas es uno de los mayores comerciantes de aceite de palma de Indonesia. En marzo de 2015, esta empresa con sede en Singapur anunció que se unía a la iniciativa Indonesian Palm Oil Pledge (IPOP), un conjunto de empresas comprometidas con la producción sostenible de aceite de palma, a través de medidas para detener la deforestación en sus propias concesiones y cadenas de suministro.
Pero hace poco, a principios de marzo de 2017, Greenpeace hizo público un informe sobre un productor de palma, Goodhope, empresa con 15 concesiones forestales en Indonesia y 4 en Malasia. Este informe revela que esta empresa ha desarrollado nuevas plantaciones de aceite de palma sin autorización y sin evaluación de impacto ambiental; ha talado bosque tropical, incluso zonas de bosque virgen; ha talado zonas clasificadas como bosques de turbera (algo que la ley forestal de Indonesia prohíbe); y ha hecho todo esto sin el permiso ni la consulta a las comunidades indígenas afectadas.
¿Quien compra aceite de palma a Goodhope? En efecto, Musim Mas, la empresa que llena los tanques del Puerto de Ferrol de aceite de palma.
Más recientemente, Greenpeace ha expuesto cómo Musim Mas y otros grandes traders del aceite de palma (Wilmar, Golden Agri Resources), siguen comercializando aceite de palma procedente de Indofood Agri Resources Ltd, empresa que ha sido acusada de expandir sus plantaciones de palma aceitera en zonas de bosque tropical de turbera, en hábitat de especies amenazadas como el orangután, así como emplear mano de obra infantil en sus plantaciones y pagar salarios de miseria.
Y, ¿dónde acaba este aceite de palma procedente de la deforestación? Sí, en efecto, en sitios como el Puerto de Ferrol.
Se suponía que el uso de biodiésel para el transporte debería reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, pero en 2015 la Comisión Europea reconoció que debido al biodiesel se están incrementando las emisiones del transporte global de Europa a casi un 4 %. Si incluímos las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de la deforestación, resulta que el uso del biodiesel puede triplicar las emisiones del diésel convencional.
En la Unión Europea, el 50% del consumo de aceite de palma tiene como destino la producción de biodiesel. Y en España el 45% de las importaciones de aceite de palma están destinadas a estos agrocarburantes.
¿Cómo hemos podido llegar a esta situación tan kafkiana? Pues es consecuencia de las malas decisiones tomadas por la Unión Europea en su estrategia 20/20/20, que se puso como objetivo para 2020 que un 10% de la energía en el transporte tuviera un origen “renovable”. Como la electricidad no ha entrado todavía a formar parte de la energía consumida por el sector transporte, la manera en que la UE ha pensado que se podía cumplir con este objetivo fue la de incentivar los agrocarburantes. Muy mala decisión.
El pasado 17 de marzo, el Parlamento Europeo aprobó una resolución sobre aceite de palma en la que reconoce que el 46 % del aceite de palma total importado por la Unión se destina a la producción de biocombustibles y que ello requiere el uso de un millón de hectáreas, aproximadamente, de terrenos tropicales. El Parlamento Europeo pidió a la Comisión Europea que adoptara medidas para la eliminación progresiva del uso de aceites vegetales que generan deforestación, incluido el aceite de palma, como componentes de los biocombustibles, preferentemente para 2020.
El biodiésel y otros agrocombustibles de primera generación tienen que pasar la la historia. Fue una mala decisión.