La población española mayoritariamente dice no a la energía nuclear. El barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) del mes de mayo ha preguntado por esta cuestión y como en anteriores encuestas de opinión realizadas en España, el rechazo social a las nucleares se mantiene firme y tiene el consenso de una amplia mayoría de nuestra sociedad.

El 60% de los encuestados se declararon antinucleares y el 61% quiere que no se construyan nuevas centrales. Además, la mayoría cree que los riesgos de la energía nuclear no compensan los “beneficios”. Ésta debía ser una pregunta con trampa pues beneficios no tiene ninguno: el riesgo de sufrir un atentado o accidente, demasiadas veces ya dolorosamente demostrado en la práctica, el problema no resuelto de qué hacer con los residuos nucleares que produce o el impacto en la salud de los vertidos radiactivos que las centrales nucleares realizan a la atmósfera y al agua de los ríos o mares que las refrigeran y que son imposibles de evitar con esta tecnología, convierten en socialmente inaceptable esta forma de producir energía lo que queda patente en la encuesta.

Incluso la percepción del riesgo que se tiene de las centrales nucleares apunta contundentemente hacia el rechazo generalizado a esta forma sucia y obsoleta de producir energía con un amplio 70% que considera que son peligrosas. ¿Es necesario vivir con temor, como reconoce que le producen las nucleares al 65% de los encuestados, cuando podríamos cerrar todas las centrales nucleares y reemplazarlas por energías renovables que son seguras y usan tecnologías relativamente sencillas y en buena medida desarrolladas y fabricadas aquí? De este modo el paro, que aparece en la encuesta como el principal problema para el 84% de los encuestados, podría reducirse emprendiendo la sustitución de las nucleares por renovables. El desmantelamiento de una central nuclear necesita más mano de obra que durante su operación normal y es un proceso largo que tarda muchos años en completarse. En el espacio que queda libre se puede construir, por ejemplo, una central termosolar que genere empleo local y que no supone peligro alguno para la población.

Y no sólo muchos viviríamos más tranquilos y mejor sin nucleares (el 52% las encuentra totalmente innecesarias), sino que además gracias a las energías renovables podríamos continuar aumentando progresivamente nuestras exportaciones de energía eléctrica a otros países como venimos haciendo en los últimos años y todo ello utilizando los únicos recursos energéticos que no tenemos que importar de fuera y que son inagotables: el sol, el viento, la fuerza del agua o el calor que alberga la Tierra. ¿Verdad que merece la pena?

Rodrigo Marcos (@rodrionline), campaña Anti-nuclear de Greenpeace

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