Océanos vacíos. Eso es lo que nos espera si seguimos extrayendo los recursos marinos a este ritmo. Nuestro afán depredador no se para ante nada. Ahora les toca a las ballenas más hermosas: las yubartas o ballenas jorobadas. Japón ha decidido romper la moratoria que las protege desde 1986, y volver a cazar 50 de estos magníficos animales, que se suman a las 850 ballenas minke que cazan cada año. Nuevamente la excusa japonesa es la “caza científica”, a pesar de que todos sabemos que se pueden estudiar las ballenas sin matarlas.La yubarta es una ballena que se deja querer. Curiosa y cercana, vuela por el aire con saltos de trapecista, surgiendo del fondo del mar cuya superficie rompe al caer. En sus territorios de cría en los trópicos, pasan el día entre el juego con los ballenatos y el descanso. Vuelta boca arriba, su panza blanca flota en la superficie mientras mueve las aletas como si se diera golpes de satisfacción, en un comportamiento que evoca nuestro sestear veraniego.
A pesar de su enorme tamaño, el movimiento de la ballena se asemeja más al de una bailarina, que al de un elefante. La he visto pasar bajo un pequeño velero, y salir resoplando junta a la amura - ¡como si saludara al personal! - mientras los tripulantes conteníamos la respiración impresionados por el animal.
Una vez superada esta época reproductora, la yubarta con sus nuevas crías emprende la larga travesía hacia las zonas de alimentación en las aguas polares. Una vez superados todos los riesgos del viaje…allí estarán este año los balleneros japoneses esperándolas con sus arpones.
Paso a paso los japoneses intentan acabar con la moratoria ballenera internacional. Con la absurda excusa de la caza científica, cientos de minkes y 50 yubartas acabarán hechas filetes en los platos de restaurantes de lujo nipones. No hay ninguna justificación para que la caza de ballenas continúe. Espero que sean las yubartas la que, gracias a su mayor empatía con el ser humano, consigan volver las tornas y que la comunidad internacional acabe definitivamente con esta ruptura unilateral de las reglas de juego que cada año realizan los japoneses.
Una relación de respeto hacia los seres con los que compartimos el Planeta es un síntoma inequívoco de una mayor civilización. Dejar en paz definitivamente a las ballenas sería un buen primer paso.
Juan López de Uralde. Director ejecutivo de Greenpeace España.
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