Nuestra aventura ártica ha terminado -por lo menos por ahora- y la sensación al llegar a Madrid es que todo sigue igual como lo dejamos, pero que nada va a volver a ser lo mismo, porque somos nosotros los que hemos cambiado...

deshielo
El derretimiento de la capa de hielo no es sólo un claro signo del calentamiento global, también lo es de lo que ocurre en el mundo entero.

Lo primero que leo en mi correo electrónico al llegar a la oficina es una noticia sobre el supuesto alarmismo de Greenpeace en cuestiones relacionadas con el cambio climático: El director ejecutivo de Greenpeace Internacional fue acusado de exagerar la realidad en una entrevista en la BBC porque en un blog de Greenpeace se decía que “el Ártico podría quedar libre de hielo para el año 2030”. En todos los documentos científicos y periodísticos en los que aparece esta frase la misma se refieren al deshielo marino del Ártico, no al de la plataforma helada continental.

El cambio climático es evidente y no sólo en el Ártico: la temperatura media de España ha aumentado 1,5ºC en el último siglo y nuestros glaciares también desaparecen. Las playas van perdiendo superficie, cambian las especies que pescamos y las bateas de mejillones cada vez pasan más tiempo cerradas por toxicidad. Las especies terrestres se ven obligadas a migrar en altura y latitud igual que los cultivos y los viñedos, la mitad sur peninsular sufre un fuerte riesgo de desertificación y el turismo ya se resiente de las olas de calor y la escasez de agua.

No es necesario ir al Ártico para ser consciente del riesgo que conlleva no tomar medidas urgentes contra el cambio climático pero los datos que barajan los científicos allí no dejan espacio para la duda: el deshielo es evidente y en algunos casos sufre aceleraciones preocupantes.

El hielo del Ártico, a diferencia del de la Antártida, se ubica tanto en el mar como en tierra, esta parte terrestre es lo que se conoce como el manto polar ártico, que está apuntalado por varios glaciares que desembocan al mar. El deshielo de las plataformas heladas marinas no contribuye al aumento del nivel del mar (el agua procedente del deshielo ocupa el mismo espacio que anteriormente ocupaban éstas en su forma sólida) pero es el que mayor riesgo tiene de desaparecer durante el verano si sigue el calentamiento global. Es precisamente en este sentido en el que los científicos predicen “veranos libres de hielo hacia 2030”. Por su parte, el deshielo del manto polar ártico, igual que el desprendimiento de icebergs de los glaciares hacia el mar, sí contribuye al aumento del nivel del mar y pese a que el manto polar ártico -por su extensa superficie y grosor- se deshiela a velocidad muy lenta, su estabilidad está amenazada por el deshielo de los glaciares en los que se apoya.

Los equipos del doctor. Hamilton y la doctora Straneo -científicos independientes embarcados en el Arctic Sunrise- están estudiando la aceleración en el deshielo de los glaciares árticos para disponer de un escenario de futuro fiable, pues las previsiones sobre cambio climático que se barajan hasta ahora no contemplan el deshielo de esta parte del planeta, ni marino ni continental, por lo que podrían quedarse cortas. En este sentido, acusar a Greenpeace de alarmar por transmitir los datos barajados por los científicos que forman parte de la expedición me parece muy irresponsable. Ocultar la verdad y sembrar dudas allí donde hay certeza científica es desinformar.

Por suerte los negacionistas son una minoría. Medios de comunicación de todo el mundo se están acercando al Arctic Sunrise para entrevistar a los científicos e informar al mundo de los impactos del cambio climático. Ellos, como nosotros, volverán del Ártico convencidos de la urgencia de actuar y de las posibilidades de frenar el cambio climático en Copenhague, volverán con la necesidad de contarle al mundo que esto se puede parar pero que hay que hacerlo ahora... y, como nosotros, para ellos también habrá un antes y un después del viaje al Ártico.

Aída Vila, campaña  de Energía y Cambio Climático de Greenpeace España