Hace una semana, un miércoles por la noche, los vecinos de Tianjin fueron testigos de un espectáculo digno del Apocalipsis. La ciudadanía de Tianjin vio como parte de su ciudad se transformaba en algo parecido a una zona de guerra, ya sea porque observaron desde las ventanas de sus apartamentos cómo llamaradas rojas y naranjas teñían el cielo de colores o porque pasaron la noche durmiendo para comprobar a la mañana siguiente que un humo negro cubría el cielo.
La noticia saltó a nivel internacional: doble explosión en una planta de almacenamiento de productos químicos, la primera explosión equivalió a la detonación de tres toneladas de TNT y la segunda a 20 toneladas. El accidente sacudió el puerto e hizo que los cristales de las ventanas salieran disparados. Además, destrozó numerosas filas de contenedores.
Las reacciones que recogen distintos videos de aficionados van desde el sobrecogimiento al miedo absoluto. La explosión fue tan brutal que se observó desde el espacio y quedó registrada como un movimiento sísmico chino. Por el momento, se contabilizan 114 personas fallecidas y 70 desaparecidas.
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Todavía se desconoce qué desencadenó la explosión. Lo que sí se sabe es que el almacén de la empresa Ruihai Logistics en la Nueva Área de Tianjin Binhai, zona industrial situada a lo largo de la costa del mar de Bohai, albergaba varias sustancias químicas muy peligrosas y altamente reactivas, entre ellas cientos de toneladas de cianuro de sodio. Según la estación de control ambiental de Tianjin Tanggu, entre las sustancias químicas peligrosas que almacenaba la empresa, se incluían el cianuro de sodio (NaCN), disocianato de tolueno (TDI) y carburo de calcio (CaC2”). Todas suponen una amenaza para la salud si se entra en contacto con ellas. El NaCN en concreto es altamente tóxico mientras que el CaC2 y el TDI reaccionan violentamente con el agua y las sustancias químicas reactivas.
El viernes 14 de agosto la oficina de Greenpeace en Asia del Este envió un equipo de respuesta rápida para ser testigo de la tragedia medioambiental y humana. En cuatro puntos distintos situados a un máximo de 9 kilómetros del centro principal se hicieron análisis para comprobar si había cianuro de sodio o cianuro en el agua alrededor de la zona de explosión. No se detectaron niveles altos. No obstante, esto ni confirma ni desmiente que haya niveles bajos de cianuro en el agua de Tianjin, comparado con niveles normales de concentración en las aguas de superficie, o que haya otras sustancias peligrosas en el agua. De hecho, se estableció la zona de evacuación de tres kilómetros por miedo a la contaminación química o un cambio en la dirección del viento.
Desgraciadamente la terrible explosión de Tianjin no es la única en China. Lo que hemos visto en los últimos días es sólo la punta del iceberg. Según los medios de comunicación, en el último año han tenido lugar explosiones en las provincias de Jiangsu, Fujian y Shandong. El último mes hubo una explosión en una planta química en la ciudad de Nankín, al este de China, que se propagó a otros tres depósitos químicos cercanos. Todo esto muestra la negligencia que han sufrido durante años las políticas sobre sustancias químicas peligrosas y su implementación.
Los vecinos del área portuaria de Tianjin se encuentran en estado de shock: se ven rodeados por ventanas hechas añicos y coches destrozados y ahora viven en una zona cubierta de escombros y ceniza. Además, muchos se han visto obligados a alojarse en viviendas y refugios temporales. El único recurso que les queda es llorar y demandar que les informen sobre dónde se encuentran los cuerpos de sus seres queridos.
Durante años Greenpeace ha demandado un futuro libre de tóxicos. Ya sean las sustancias químicas procedentes de la industria textil que contaminan nuestros ríos o los productos electrónicos no reciclables que crean montañas de residuos electrónicos, la severidad de la explosión de Tianjin debe ser una llamada de atención para el Gobierno chino y el resto del mundo. Se deben acabar con las lagunas jurídicas e implementar de forma estricta y efectiva las normativas. En caso contrario seguiremos siendo testigos de este tipo de peligrosos accidentes que contaminan nuestra agua, envenenan nuestro aire y destruyen nuestras ciudades.
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