No hay un anticiclón en Madrid sin un pico de contaminación. Cada vez que este fenómeno metereológico nos visita, y esto es muy habitual entre los meses de octubre y marzo, la contaminación se dispara. Y tiene toda su lógica, ya que un anticiclón se produce cuando una capa de aire frío se coloca encima de otra más caliente. El resultado es que la capa de aire frío actúa como un tapón impidiendo la renovación del aire que se encuentra por debajo suya. Pero claro, si a ese aire que está debajo cada día le introducimos la contaminación generada por los más de un millón de coches que circulan por nuestra ciudad, lo que nos encontramos es una especie de olla a presión en la que la concentración de contaminantes se va incrementando proporcionalmente a la duración del anticiclón.
Así que a pesar de los radiantes y soleados días anticiclónicos, lo que en realidad ocurre en el aire que respiramos es el incremento de las sustancias tóxicas que dañan nuestra salud, y que resultan especialmente nocivas en los colectivos más vulnerables: población infantil, personas mayores y enfermos.
Resultando imposible evitar la llegada de anticiclones a Madrid, una vez que están aquí la única forma de evitar que la contaminación siga incrementándose desmesuradamente es tratar de reducir el tráfico rodado para rebajar en la medida de lo posible la emisión de contaminantes, que es en lo que consiste el protocolo anticontaminación aprobado por el Ayuntamiento. Pero en el fondo no es más que una estrategia de emergencia, paliativa, porque mientras la olla siga cerrada los niveles difícilmente bajarán, y su apertura tan solo depende de factores metereológicos.
Pero esto tampoco quiere decir que responsabilicemos a los anticiclones de los picos de contaminación que sufrimos: Madrid y sus habitantes tenemos derechos de disfrutar de estos bonitos días soleados que suelen ser comunes en los meses más frío y del intenso cielo azul que les caracteriza. La responsabilidad de estos picos es la elevada motorización que sufre Madrid y su área metropolitana, con cerca de un millón de coches que cada día entran a la ciudad y otros muchos más circulando en torno a la misma.
Por eso es tan necesario que el Plan A, aprobado recientemente por el Ayuntamiento para reducir la contaminación a través de la reducción del número de coches, se ponga en marcha lo antes posible, y en particular las medidas más ambiciosas y las que más cambian estructuralmente la forma en la que se desplazan diariamente tantos madrileños. Tales como el establecimiento de un Área de Prioridad Residencial para toda la zona centro, el rediseño de las vías principales de distribución del tráfico y conexión periferia-centro (Gran Vía, A5, A42,..), los 70 km/h como velocidad máxima permanente en las carreteras de acceso a la ciudad y la continuidad de los planes de peatonalización en los barrios con la extensión de la red ciclista.
La puesta en marcha de estas medidas no es, sin embargo, exclusiva responsabilidad del Ayuntamiento. Porque ya sabemos que la molestia inicial que muchas de estas medidas ocasiona en personas que ven modificados sus hábitos de desplazamientos conllevan reacciones y resistencias popularesy que son además vapuleadas por intereses políticos y medios de comunicación que hacen un uso partidista de las mismas para debilitar al Ayuntamiento. Ya lo vimos, por ejemplo, con el retroceso en la transformación inicialmente implantada en la calle Galileo.
Es, pues, necesario que todas las personas que somos conscientes de los graves problemas de salud que la contaminación provoca en nosotros mismos, en nuestros seres queridos y en el resto de personas con las que convivimos, y que queremos hacer de Madrid una ciudad mejor y más limpia, apoyemos estas medidas y contribuyamos a su puesta en marcha. Debemos empezar por nosotros mismos, cambiando nuestros hábitos de movilidad hacia modos y medios menos contaminantes, hacer pedagogía con las personas que se oponen, y mostrar públicamente nuestro apoyo a su puesta en marcha o incluso solicitar al Ayuntamiento una mayor celeridad en su implementación.
Madrid es mucho más que sus conductores y hay derechos más importantes que el de la libre circulación: como el de disfrutar de un aire limpio o de los bonitos días soleados de invierno sin la desagradable sensación de saber lo que estamos respirando. Defendámoslos.