Cuando nos referimos al cambio climático y entramos un poco al fondo de lo que implica y sus consecuencias, acabamos siempre hablando de grados centígrados, referencias temporales muy alejadas del presente y probabilidades estadísticas. Lo normal es que veamos el cambio climático como algo que nos supera en el espacio y en el tiempo. Nuestra capacidad de acción se ve tan reducida que solemos responsabilizar y delegar toda acción climática a los líderes que copan las televisiones y dan los discursos.


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¿Pero y si el calentamiento global pudiéramos acotarlo en el espacio de una ciudad, en la que vivimos, y en un plazo de tiempo razonable, digamos los próximos 14 años? En este caso la perspectiva cambia: el espacio de influencia está a nuestro alcance y el tiempo de actuación encaja en nuestra proyecciones vitales.

La semana pasada desde Greenpeace hicimos público un informe El transporte en las ciudades: un motor sin freno del cambio climático. En el  mismo se revelaba cómo los desplazamientos que realizamos en nuestras ciudades y áreas metropolitanas, junto con el de las mercancías que consumimos, representan un 10% de todos los gases de efecto invernadero (GEI) que emitimos al año. Es decir que es mucho. Pero lo mejor es que, según los datos calculados en el mismo informe, reducir estas emisiones a la mitad en 2030 es algo alcanzable y razonable, tan solo haría falta reducir en torno un tercio los desplazamientos que actualmente se realizan en coche, aumentar entre un 15 y un 30% la ocupación de todos los medios, y mejorar la eficiencia de los vehículos, en parte por una mayor electrificación. En definitiva, ninguna locura.

Pero lo mejor, es que poner en marcha medidas para lograr estos objetivos no solo implicaría reducir nuestra contribución al cambio climático, sino que conseguirían también reducir en los próximos años las 33.000 personas que fallecen prematuramente en nuestras ciudades a causa de la contaminación del aire, disminuir las más de 73.000 víctimas que tienen lugar en ciudad por accidente de tráfico y reducir los impactos en la salud causados por el ruido procedente del tráfico. Se lograría además ciudades mucho más habitables, en las que el espacio público tuviera una función de socialización y de encuentro, y no únicamente de permitir el tránsito de vehículos.

Desde Greenpeace pensamos que es posible realizar esta transformación, que además depende de nuestros consistorios en su totalidad, y no tienen que esperar a que se forme gobierno o haya una nueva cumbre del clima.

Las medidas que Greenpeace propone para iniciar esta transición hacia ciudades más limpias, habitables y comprometidas con el calentamiento global son las siguientes:


1. Implementar medidas que modifiquen la actual relación entre el espacio público dedicado para el aparcamiento y circulación de automóviles y el dedicado a los autobuses públicos y los modos no motorizados, en favor de estos últimos y de manera significativa. Tales como: plataformas reservadas para autobuses, incrementar la anchura de las aceras, aumentar la extensión de las áreas estanciales, revisar los cruces y fases semafóricas y aumentar la extensión de los espacios de prioridad ciclista y/o peatonal.

2. Desarrollar y ejecutar planes ciclistas que estudien la combinación óptima de las medidas necesarias para aumentar significativamente el número de usuarios en la ciudad en función de las características propias del municipio.

3. Desarrollar y ejecutar itinerarios peatonales accesibles, cómodos y seguros que incentiven la marcha a pie en trayectos urbanos que transcurran por todo el municipio.

4. Reducir la velocidad de circulación media: estableciendo los 30 km/h como velocidad máxima general en todo el municipio, aun asumiendo que en determinadas vías se pueda aumentar hasta los 50km/h; y limitando a 70 km/h la velocidad de circulación en las vías de circunvalación y en las carreteras de acceso al municipio.

5. Implementar políticas de regulación del aparcamiento en la vía pública y en edificaciones, tanto públicas cómo privadas, que disuadan del uso del automóvil mediante políticas tarifarias o de control de la oferta.

6. Establecer medidas de índole fiscal y tarifaria que incremente proporcionalmente las tasas por circular y aparcar a los automóviles de mayor tamaño, cilindrada y consumo energético.

7. Implementar medidas para impulsar la movilidad eléctrica.

8. Impulsar la distribución de mercancías en vehículos de tracción humana o eléctrica y la creación de mini plataformas logísticas en las áreas de la ciudad que reúnan las condiciones propicias.

9. Establecer medidas de gestión de la movilidad que transformen los hábitos de movilidad al trabajo, especialmente en grandes empresas o polígonos industriales.

10. Desarrollar y ejecutar planes para proteger lugares especialmente sensibles a los impactos del tráfico rodado (contaminación del aire y acústica, por ejemplo), tales como centros educativos, centros sanitarios o residencias de la tercera edad.