Han aparecido cuando menos lo esperaban. Y es que la cámara acuática de Greenpeace llevaba desde el pasado jueves rastreando el fondo del mar en busca de corales y gorgonias pero hasta ahora con resultados poco gratificantes.

Cuando menos lo esperaban, tampoco. Pescadores de la zona ya habían encontrado entre sus redes algunos trozos de gorgonias. Por lo que Andrea Gori, científico del ICM-CSIC había delimitado en la carta náutica varios puntos con posibilidad de un resultado positivo de muestreo.


Y así ha sido. En cuanto la cámara ha tocado fondo se ha topado con las gorgonias. ¡Gorgonias! Han gritado desde el monitor que sigue los desplazamientos de la cámara acuática. Lo primero que impresiona es la gran diversidad de colores y formas vivas. Algas verdes y rojas. Esponjas multicolores. Peces naranjas y azules. Estrellas y erizos. Y además, las tan buscadas gorgonias blancas.


Admirable no es sólo su belleza, sino la función clave de creación de heterogeneidad espacial que facilita la coexistencia de muchas especies, como las encontradas hoy.


Nos hace una similitud muy gráfica Reyes Tirado, ecóloga de la Unidad Científica de Greenpeace Internacional, entre el papel de la gorgonia y los castores, creadores de diques y presas en los ríos de Norteamérica. Estos castores, insconscientemente, con la construcción de estos diques crean nuevos hábitats que enriquecen el ecosistema en especies de plantas y animales. Con esta misma inconsciencia, las gorgonias son fundamentales para evitar un fondo marino desierto y homogéneo. Convirtiéndose así en los ingenieros del mar.


Pero está labor se está viendo truncada por la amenaza de la pesca y por las anomalías térmicas del agua del mar. Nos afirma Gori, tripulante que con mayor satisfacción ha recibido a la gorgonias, que estas subidas térmicas se han producido ya en algunos años de la última década, como en 1999 y 2003, causando mortalidad masiva de muchas especies de invertebrados, entre ellas, las gorgonias.





Durante esta jornada dominical la cámara acuática debería seguir trabajando, aunque no está muy clara su inmersión, ya que el viento ha alcanzado los 22,9 nudos. Casi 40km/h. Esto implica mala mar y poco control sobre la cámara desde la embarcación.


A bordo del Arctic Sunrise, Diego Valor, editor web de Greenpeace