Este mes se cumplen 40 años del nacimiento de un documento clave en la lucha por el clima. No es el Protocolo de Kioto, ni el Convenio Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, no. Es  un memorando que traza una estratégia para que la Cámara de Comercio de Estados Unidos se convirtiera, en los años 70, en una influencia clave en las decisiones ambientales de la administración americana.

El nacimiento de ese memorándum no fué casualidad: En 1970, el presidente Nixon había firmado la National Environmental Policy Act y creado la Environmental Protection Agency (EPA) que publicó los primeros estándares americanos de contaminación ambiental en 1971. El movimiento ecologista era cada vez más visible en EEUU y el sector empresarial empezaba a sentir la presión... Tenía que encontrar la forma de evitar legislación demasiado estricta a nivel ambiental y el autor del memorando, Lewis Powell, sabía como hacerlo, no en vano había formado parte del Consejo de Administración de empresas como Philip Morris.

Bajo los dictados de este memorando, algunas de las mayores corporaciones americanas unieron sus fuerzas y sus recursos económicos para intervenir en la opinión de políticos, universidades, medios de comunicación y hasta del poder judicial. Se crearon fundaciones y "think tanks" al servicio de esta ideología  y, poco a poco, el memorando de Powell se convirtió en catalizador del "activismo empresarial", un movimiento mucho más poderoso y mucho menos visible que el activismo ambiental que también estaba en plena emergencia.

Llegados a este punto, ya no resulta tan extraño que la cuna del activismo social -EEUU- sea también el lugar del mundo dónde el negacionismo climático está más extendido. Según un estudio  publicado recientemente, más de la mitad de americanos niegan la evidencia, ante a sólo un 10% de latinoamericanos o Tailandeses, por poner algunos ejemplos al azar. No se trata de que los países en desarrollo acepten mayoritariamente la existencia del cambio climático porque sufren sus impactos, no. EEUU también los tiene al alcance de la mano. El reciente huracán Irene o el deshielo del Aŕtico que ha convertido en transitable estos días el llamado "paso americano" les demuestran su vulnerabilidad... pero la opinión americana no se basa, ni mucho menos, en la ciencia del clima.

El famoso economista Paul Krugman abordaba este tema el pasado lunes, en la columna de opinión que tiene en el New York Times en la que bajo el título “Republicans against science", alertaba del hecho de que la mayor economía mundial pueda pasar a ser gobernada por un partido que no sólo no reconoce la existencia del cambio climático sino que está en contra de la ciencia en general y, por  lo tanto, del conocimiento...

El movimiento negacionista se ha reforzado en EEUU en los últimos meses, es cierto, y eso no favorece nada el avance en la negociación climática internacional, pero yo prefiero verlo de otra forma: el movimiento se reactiva por las mismas razones por las que se creó el memorando Powell, porque el sector industrial percibe un creciente riesgo de cambios basados en la certeza no sólo de la existencia del cambio climático sino de la urgencia de ponerle freno. Las fuerzas negacionistas han vuelto a lanzar una ofensiva, quizás basada en un nuevo memorando del que tendremos conocimiento años después, pero las cosas no son ya como en los años 70.

El tiempo no ha pasado en balde, gran parte del sector empresarial es hoy en día mucho más maduro y responsable a nivel ambiental. Muchas de las grandes empresas mundiales reconocen que la única forma de ser competitivos en un futuro próximo es apuntarse a la economía verde y al “activismo empresarial a favor del clima”. En la UE, este  movimiento cuenta ya con más de 100 empresas y un gran apoyo social. Es cuestión de tiempo que triunfe porque la ciencia, en este caso, está de su lado.

Aida Vila Rovira, campaña de cambio climático de Greenpeace