Estoy en Zaragoza, asistiendo a una jornada para debatir sobre el futuro del carbón en España. El negocio en torno al carbón sólo se mantiene en Europa por la presión de los grandes empresarios mineros y energéticos, que ha culminado en un conjunto de medidas incapaces de revivir un sector “en coma”. Medidas capaces de alargar, un poco más, su agonía para que algunos se sigan llenando los bolsillos un poco más.
Estas medidas -algunas legalmente aprobadas por Bruselas, otras hechas de “pequeñas trampas” a nivel nacional- son contrarias al principio de “quién contamina paga”, a los fundamentos del sistema europeo de comercio de emisiones y a los compromisos de la UE de abandonar los subsidios a los combustibles fósiles. Pero es que además representan un agravio comparativo con otros sectores y detraen fondos que deberían invertirse en lo que es verdaderamente urgente: la transición hacia las energías limpias y una profunda reconversión del sector.
Algunos ejemplos:
- Subsidios a centrales térmicas de carbón y explotaciones mineras: subvenciones a la extracción o a la quema de carbón, o a ambas, como es el caso de España, que reducen artificialmente el precio del carbón y promueven la fuente energética más sucia a la vez que coexisten, en nuestro país, con la moratoria de primas a las energías renovables.
- Obtención gratuita de los derechos de emisión que, a partir de 2013, las mayores instalaciones industriales europeas tendrán que adquirir en subasta: discriminación positiva, propuesta por Polonia y secundada por la República Checa, Bulgaria y Rumanía que han presentando 22 proyectos de centrales de carbón para que la Comisión Europea declare exentos.
- Financiación de la banca pública a nuevas centrales térmicas de carbón: que implican que gran porcentaje del dinero de todos deja de estar disponible para las tecnologías limpias.
- Exenciones tributarias nacionales: vía exención del pago de impuestos o tasas como, por ejemplo, la que en Polonia exime a las explotaciones mineras del pago del canon del agua.
- Otras medidas como la inversión de fondos públicos en el desarrollo de tecnologías como la captura y almacenamiento de carbono, que son caras, peligrosas y no llegan a tiempo de los plazos que exige la lucha contra el cambio climático.
Además, el negocio del carbón lleva asociados ingentes gastos colaterales en prevención y control de la contaminación, sanidad o en la compra de derechos de emisión, que nos va a costar la friolera de ¡1.300 millones en España!
A la vista está que el carbón nos sale muy caro, además de ser un recurso cuya utilización provoca un enorme impacto ambiental. Pese a que determinados presidentes autonómicos se empeñen en lo contrario el carbón ya no es negocio sin subvenciones de por medio.
Cuanto antes lo aceptemos, mejor. Y, sobretodo, no contaminemos el mensaje: Greenpeace pide abandonar el carbón, no al minero, pide dejar de tirar el dinero y apostar por la verdadera solución: el impulso a las energías renovables que van en beneficio económico y ambiental de todos y la garantía de un futuro al minero, mediante una efectiva reconversión del sector.
Aida Vila (@Aidavilar), responsable de la campaña de Cambio Climático de Greenpeace