Siempre que algo falta, uno se da cuenta de lo importante que es. Acabo de despertarme tras una noche entera de sueño (por fin) en una cómoda cama. Parece locura que los activistas, que entraron y ocuparon las chimeneas de la central térmica de Vado Ligure ayer, tuvieran para dormir (a una altura de 200 metros) tan sólo una barandilla de 80 cm de ancho abierta sobre el vací­o.

Los once activistas que subieron ayer a las chimeneas de la central térmica de Vado Ligure (Italia) permanecieron durante toda la noche.
Los once activistas que subieron ayer a las chimeneas de la central térmica de Vado Ligure (Italia) permanecieron durante toda la noche.

En aquellas condiciones de viento y de frí­o, en las que hasta los sacos de dormir no bastan, no llego a entender cómo, entre cuerdas y seguros, han conseguido acurrucarse entre ellos para crear más calor y más valor. A un lado, la pared de la chimenea y al otro, tras escasos pasos sobre un rejilla, el vacío.

Una situación extrema de la que se han desprendido ayer por la tarde con el aplauso de todos aquellos vecinos de Vado Ligure que, con la mirada plantada en las chimeneas constantemente, han estado preocupándose por aquellos "ragazzi" (chicos) que han dado a conocer al mundo el problema de Vado y su central de carbón entre las casas.

EL G8, que se sigue llevando a cabo en L'Aquila, debería sentirse como sobre la barandilla de la chimenea de la central de Vado Ligure: entre la urgencia de cambiar las cosas y el vértigo de cómo conseguirlo.

Los activistas de Greenpeace sabían perfectamente lo que tení­an que hacer y, a pesar de algunos problemas técnicos, del viento, del sol fuerte de verano y del cansancio, no han dudado en llevar a cabo la acción con la que pedí­an al G8 actuar ya contra el cambio climático.

El G8 deberí­a encontrar ese mismo valor, a pesar del riesgo y de la presión, para dejar de hablar y empezar a actuar. Así,bajo la mirada atenta de los ciudadanos, nos libraríamos del carbón y de la energía nuclear y pasaríamos a las renovables y el ahorro.

De momento no parece que esto haya ocurrido y es una pena, porque los políticos del G8 no se dan cuenta de que "marear la perdiz" no hace que dejen de estar sobre aquella la barandilla de 80 cm de ancho de la historia en la que se encuentran: entre la pared y el vacío.

Tienen dos opciones: actuar y ser recibidos cuando bajen de ahí con todos los honores por los ciudadanos o seguir perdiendo el
tiempo y esperar que el hambre, la sed, el frí­o o el cansancio hagan imposible que cumplan con el mandato de los ciudadanos para liderar un cambio profundo hacia la sostenibilidad.

No queda mucho tiempo: ¿sabrán hacerlo?

Sara Pizzinato

Área de Cambio climático y Energía de Greenpeace España