Magazine / abril 2016

Palomares: ¿qué esconde el bañador de Fraga?

© EFE

El ministro Fraga chapotea feliz en la playa. Se está bañando junto al embajador de Estados Unidos en España. Ambos muestran sus torsos desnudos al sol de invierno de Almería y al enjambre de cámaras. Saludan. Están en la playa de Quitapellejos, junto a Palomares, cerca de donde unas semanas antes habían caído cuatro bombas atómicas.

Esto sucedió en marzo de 1966. Apenas dos meses antes, el 17 de enero de ese mismo año, dos aviones militares estadounidenses chocaban en el aire mientras sobrevolaban la localidad almeriense en plena maniobra de repostaje, liberando los cuatro artefactos termonucleares. Tres cayeron sobre el suelo, y el último en el mar. Por suerte no hubo reacción nuclear en ninguna de las bombas, pero dos de ellas liberaron su carga de plutonio por la región. Nadie comunicó a los vecinos los peligros del plutonio, sólo la Guardia Civil lanzó una opaca advertencia: “Ni ganado, ni periodistas, ni fotógrafos”.

En los tres primeros meses tras el accidente, la Fuerza Aérea de los Estados Unidos llevó a cabo labores de limpieza, transportando a EE. UU. casi 5.000 bidones de tierra. Después se estableció un programa de vigilancia radiológica durante los 20 años siguientes, hasta que a finales de la década de 1980, en pleno boom agrícola e inmobiliario, se reconvirtieron suelos hasta entonces sin uso. La preocupación aumentó, y se decidió reevaluar la contaminación, registrando unos niveles de plutonio muy elevados. Por último, en octubre de 2015, después de que el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo, le regalase una guitarra al secretario de Estado de EE. UU., John Kerry, ambos firmaron una declaración de intenciones para rehabilitar la zona de Palomares. Este acuerdo, sin embargo, es papel mojado, como el bañador de Fraga, ya que no es vinculante y está condicionado a la existencia de fondos.

El caso de Palomares demuestra que la gestión de residuos nucleares no es cuestión baladí: España y Estados Unidos no han podido resolver este caso en 50 años. Por otra parte, ¿qué radioactividad queda en Palomares? Los estudios hoy siguen siendo tan opacos como el mensaje de la Guardia Civil a los vecinos de Palomares en 1966. Fraga se calzó el bañador para dar un mensaje de tranquilidad. Hoy, 50 años después, aún nos preguntamos qué quiso esconder con él.