Magazine / abril 2016

10 cosas que he aprendido

La población japonesa intenta aprender a vivir con la radiactividad. Los niños son los más expuestos.

La población japonesa intenta aprender a vivir con la radiactividad. Los niños son los más expuestos.

© Jeremy Sutton-Hibbert / Greenpeace

Todo el mundo necesita energía eléctrica para su día a día. Es imprescindible para que, cuando apretemos el interruptor, se encienda la luz. También queremos que sea lo más barata posible, y es innegable que cada vez más personas quieren que esa electricidad sea limpia, pero ¿por qué deberíamos además preocuparnos porque NO venga de una central nuclear?

Estas son diez cosas que aprendí tras visitar la zona afectada por el desastre nuclear de Fukushima y hablar con sus habitantes. Seguro que también te importan (aunque aún no lo sepas).

 1  Es obvio que el ser humano es incapaz de controlar al 100% la energía nuclear, y eso es un problema... La ciencia podrá haber avanzado mucho, pero por ejemplo, el Gobierno japonés no sabe aún cuándo ni cómo tendrá los reactores afectados en Fukushima bajo control.
 2  El sector nuclear es excesiva (e inexplicablemente) opaco. Tras el accidente nuclear, el propio primer ministro japonés del momento, Naoto Kan, recibió informaciones inexactas e incompletas. Numerosas personas afectadas por el accidente se sienten engañadas y aseguran que una cosa es ocultar información para no crear alarma y otra mentirles deliberadamente.
 3  Las eléctricas con centrales nucleares se llevan la pasta cuando las cosas van bien pero “democratizan” las deudas cuando van mal. Muchos afectados están indignados porque Tepco, la empresa propietaria de Fukushima Daiichi, se hiciera pública tras el accidente y que todos los ciudadanos estén pagando ahora sus errores.
 4  Los accidentes nucleares son imprevisibles y la experiencia demuestra que pasan. Por ejemplo, si ocurriera en España (o Francia) nos afectaría a todos.
Esto parecerá de perogrullo, pero he hablado con numerosas personas en Japón que aún no se creen que haya sido a ellos a quienes les ha ocurrido esto.

 5  La contaminación nuclear no es un juego. El Gobierno japonés quiere dar un medidor de radioactividad a las personas que deberán a volver a las zonas afectadas, pero vivir durante años con un aparato así en la mano no parece muy divertido.

 6  Es mejor prevenir que curar. También debería ser de sentido común, pero parece que no lo es. Muchos tejados se empiezan a cubrir ahora de placas solares en Japón pero la gente se pregunta por qué no se dio el salto a las renovables ya hace años y haber evitado así el accidente.
 7  No es necesario derrochar electricidad. Las grandes ciudades japonesas, especialmente Tokio, son un pozo sin fondo de consumo eléctrico. Por la noche, la orgía lumínica de Tokio es impresionante, pero también innecesaria.
 8  No es bonito vivir en un barracón. Muchas personas evacuadas con las que he hablado están literalmente hartas de vivir en barracones. Además deben escuchar recriminaciones de sus vecinos porque reciben ayudas del Estado.
 9  La descontaminación es un parche. Las cunetas de los caminos de la zona alrededor de la central están repleta de miles de sacos de tierra radiactiva, aunque los análisis demuestran que la contaminación no desaparece totalmente.
 10  La energía nuclear es muy cara. Varias generaciones después de la nuestra pagarán las consecuencias del accidente de Fukushima, pero incluso en los países donde no ha habido accidentes, tendrán que financiar el tratamiento de los residuos.