13 de noviembre de 2002. La radio aúlla con una señal de alarma: un buque ha sufrido una vía de agua. Las autoridades rescatan a los tripulantes, pero queda otro problema importante: los 77.000 litros de fueloil que el barco lleva en su bodega. Uno de los mayores desastres ecológicos y sociales de Galicia acababa de comenzar: el Prestige.
Mariano Rajoy, entonces vicepresidente del Gobierno y responsable del gabinete de crisis del desastre, echó balones fuera. Envió el barco mar adentro en un intento de librarse del problema, en lugar de remolcarlo a puerto, donde el fuel podría haber sido extraído con facilidad.
Diez años después, petroleros monocasco como el Prestige siguen navegando frente a las costas gallegas y Mariano Rajoy sigue echando balones fuera en sus políticas. Porque, en lugar de en el banquillo de los acusados, está en la Moncloa.
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