Este sitio usa cookies. Si continúas navegando estás aceptando su utilización. Más información

Transporte y clima

Página - noviembre 18, 2010
Parece una tarea imposible reconciliar la movilidad y la protección del clima y sin embargo se puede. El aumento de la riqueza de un país suele suponer el incremento de la movilidad de viajeros y de mercancías. Las personas modifican sus hábitos de movilidad hacia modos de transporte más rápidos, más flexibles y más caros. Si se preferían autobuses y trenes, se cambia a coches y aviones.

La quema de combustibles fósiles para el transporte es otro de los grandes responsables del cambio climático.

Si queremos mantener el aumento de la temperatura media global por debajo de los 2ºC, y así  evitar los efectos más devastadores del clima, para el año 2050, cada uno de los habitantes del planeta debería reducir a 1,3 toneladas anuales sus emisiones de CO2. Esta cantidad es muy inferior a la media de unas 10 toneladas de un español

Para entender en qué nos gastamos hoy esta cuota de CO2 cuando nos movemos, basta decir que un todo terreno emite 1,3 toneladas de CO2 para recorrer un trayecto de menos de 3.000 kilómetros. Un vuelo de ida y vuelta a un destino de vacaciones a 2.500 kilómetros de distancia provoca la emisión de gases de efecto invernadero  equivalente a 1,3 toneladas de CO2 por cada pasajero a bordo, así que un viaje de este tipo corresponde a todas las reservas personales de CO2 por año.

Seguir moviéndonos de la forma en que lo hacemos, simplemente no es una opción.

Para que esto cambie es imprescindible:

1. Reducir la necesidad de desplazarnos

2. Favorecer los modos de transporte más eficientes

3. Incrementar la eficiencia de los vehículos: mayor eficiencia energética, menores emisiones

4. Aplicar el concepto de quién contamina paga al transporte

5. Menos infraestructuras y mejor ordenación del territorio

A la hora de planificar qué medios priorizar en el sistema de transportes es imprescindible disponer de la mejor información posible acerca del gasto energético a lo largo de todo su ciclo productivo. La razón es sencilla: un coche o un tren no sólo consumen energía mientras recorren el territorio, sino que hace falta energía para su construcción, ensamblaje de infraestructuras y mantenimiento de todo el sistema de transportes.

Tan sólo el 60% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero en el ciclo de vida completo de un turismo se deben a la quema de combustible. Otros factores relevantes son su fabricación, emisiones del refino, y la construcción y mantenimiento de las infraestructuras del transporte.

La “huella ecológica” provocada por el gasto energético del transporte en España equivale a casi a la totalidad del territorio nacional.

El transporte usa el 27% de la energía consumida globalmente, en la UE-27 este sector consume más del 30% y en España actualmente este sector derrocha el casi más de un tercio de la energía que se consume. En otras palabras, en un planeta finito como la Tierra, si todos los países asumieran nuestro modelo de transporte ineficiente y contaminante, harían falta decenas de planetas para abastecer la energía que gastamos para movernos.

Preguntas frecuentes sobre transporte


Categorías