España es uno de los países de la Unión Europea más afectados por los incendios forestales, un problema que amenaza con intensificarse debido a los efectos del cambio climático

En
2022
ardieron cerca de 270.000 hectáreas y se contabilizaron 57 Grandes Incendios Forestales.
2022
es el peor año en cuanto a incendios y superficie quemada, superando a 2012, cuando se quemaron 218.956 hectáreas en todo el año.
En más de un
96%
de los incendios con causa conocida en España, el fuego es ocasionado por el ser humano.
Incendio en la Sierra da Estrela, Portugal Un bombero da indicaciones mientras las llamas del fuego devoran un bosque tras él.

El problema

El fuego es un elemento natural que necesita nuestro ecosistema para la regeneración de bosques y montes, pues aporta estrategias rebrotadoras y de germinación tras su paso. Sin embargo, ha dejado de ser una perturbación natural que modela el paisaje para convertirse en una terrible amenaza que en más de un 96% de los incendios de causa conocida en España está ocasionada por el ser humano.

La extinción no resuelve el problema, hay que invertir en prevención. En 2017 el 63% de los incendios producidos quedaron en menos de una hectárea afectada, esto es gracias a que la extinción de los incendios es exitosa, sin embargo cada vez hay más grandes incendios forestales (GIF), que calcinan áreas superiores a 500 hectáreas. Son incendios de altísima gravedad, con personas fallecidas, desalojos masivos, pérdidas de bienes y miles de hectáreas calcinadas. En menos incendios se queman más hectáreas. Los 56 grandes incendios forestales de 2017 fueron responsables de la destrucción de casi el 55% de las hectáreas quemadas ese año.

Es fundamental actuar tanto en las causas que originan los incendios como en las que los propagan. De otra manera, independientemente de cómo se haya originado, habrá un incendio difícil de controlar.

El fenómeno de los incendios forestales se ha convertido en uno de los mayores problemas ambientales que sufren nuestros montes debido a la elevada frecuencia e intensidad que ha adquirido en las últimas décadas.

Estos incendios son la punta del iceberg de la situación de nuestros bosques y del cambio climático. Son el resultado de un cóctel de causas:

  • Cambio climático. Las olas de calor hacen que el monte tenga estrés hídrico y sea más vulnerable a los incendios. El resultado es un paisaje seco, continuado e inflamable. Un incendio en este paisaje, al tener vegetación continuada, será rápido y devastador.
  • Matorralización de las masas forestales propias del éxodo del medio rural.
  • Viviendas en el monte (interfaz urbano forestal). La gestión urbanística no ha tenido ni tiene en cuenta el riesgo de incendio forestal, encontrándose urbanizaciones, viviendas e infraestructuras en zonas de alto riesgo que son indefendibles y que no están preparadas para prevenir y mitigar los impactos de los incendios forestales. La población que vive en el medio natural no tiene percepción del riesgo y no conoce sus deberes y responsabilidades en materia de prevención y autoprotección de sus bienes. Se prioriza salvar casas vacías e infraestructuras por encima del bosque, incluso cuando personas propietarias de estos bienes no han elaborado planes de autoprotección.

Además de España, otros países de clima mediterráneo como Portugal, Grecia, el sur de Francia o Italia también los sufren especialmente. A pesar de que es un problema de primer orden no existe una política forestal europea.

La solución

La problemática de los incendios forestales es compleja, por lo que las soluciones deben apuntar en diferentes direcciones. Hay que afrontar las causas para prevenir las consecuencias:

De cara a reducir la siniestralidad es fundamental que la población tome conciencia del riesgo, extreme las precauciones y se busquen alternativas al uso del fuego. A su vez, hay que hacer un mayor esfuerzo en la persecución de las personas que queman el monte.

De cara a abordar las causas que propagan el incendio es imprescindible mejorar la gestión forestal y los planes preventivos.  

Una de las actuaciones más efectivas que proponemos es modificar el paisaje que circunda las zonas forestales donde se insertan viviendas para dotarlo de condiciones menos propicias a la propagación virulenta de un fuego forestal, siempre teniendo en cuenta el funcionamiento de los ecosistemas y la necesidad de respetar la diversidad estructural del bosque. Resulta fundamental desarrollar modelos selvícolas (es decir, de gestión de las masas forestales) que tengan en cuenta el cambio climático y que, además de imitar al máximo el funcionamiento de la naturaleza, favorezcan la diversidad genética y reduzcan la densidad de arbolado. Solo de esta manera nos aseguraremos poder disponer de un entorno forestal sano, resistente no solo a los incendios sino a otras amenazas como plagas o enfermedades.

La planificación urbanística tiene que tener en cuenta el riesgo de incendio, de manera que se limiten cierto tipo de urbanizaciones que son muy vulnerables al fuego y que suponen un riesgo para la población y nuestros bosques.

Además, las administraciones tienen que establecer campañas de extinción de incendios que no estén ligadas a la época estival. De ese modo se evitarían las decisiones de última hora promovidas por una meteorología impredecible y se fomentaría la estabilidad laboral en el sector forestal, evitando que las contrataciones se centren solo en los meses de mayor riesgo de incendio. Los servicios operativos no son infinitos ni omnipresentes y los incendios de alta intensidad suponen riesgos y peligros añadidos.

Un bombero da indicaciones mientras tratan de apagar las llamas del fuego en el incendio de Montserrat, en las proximidades de Valencia Bomberos forestales en el incendio de Ejulve, en la provincia de Teruel, Aragón

Qué está haciendo Greenpeace

Trabajamos para incidir en la necesidad de soluciones al riesgo de ignición y propagación alejadas de los bulos repetidos sobre piromanía y terrorismo ambiental. Enfocamos la realidad de los incendios forestales para generar discursos que se traduzcan en acciones.

Vinculamos el éxodo rural con la nueva era de incendios forestales. Greenpeace ha calculado cuatro millones de hectáreas de cultivos abandonados que se han transformado en masas vulnerables que agravan el riesgo de incendio forestal.

Consideramos que los incendios forestales, especialmente en áreas donde hay viviendas, es una responsabilidad compartida entre los poderes públicos y la sociedad civil. Por ello, trabajamos para pedir una planificación de los incendios antes y durante la emergencia (prevención, emergencias y autoprotección), como así marca la Ley de Montes y la Directriz Básica de Planificación de Protección Civil de Emergencia por Incendios Forestales. Por ello demandamos:

  • En prevención. Establecer planes preventivos en en zonas de alto riesgo de incendio (Zonas ZAR), tal y como marca la Ley de Montes. Solo cinco comunidades tienen planes, pero son escasos y no se asegura implementación.
  • En emergencias. Establecer planes de emergencia en zonas de riesgo, tal y como marca la Directriz Básica de Protección Civil. Actualmente el 80% de los municipios en zonas de riesgo no tienen plan de emergencias.
  • En autoprotección. No se cumple la Directriz Básica de Protección Civil que obliga a las personas propietarias de las viviendas en zonas de riesgo a que tengan planes de autoprotección. Son prácticamente testimoniales.

También trabajamos para promover un cambio de mentalidad de manera que la población perciba el riesgo, asuma su responsabilidad y se organice para prevenir y mitigar los incendios.

¿Qué puedes hacer tú?

Protégete de los incendios. Si tu casa está cerca de una masa forestal, con nuestra Calculadora de riesgo de incendios puedes evaluar el riesgo y tomar medidas.

¡Súmate a Greenpeace! Sé parte de nuestra organización para seguir demandando a las administraciones que tomen medidas para una prevención efectiva de los grandes incendios forestales. ¡Pincha aquí para unirte a Greenpeace!