Las ballenas son animales fascinantes, inteligentes y con comportamientos sociales muy complejos sobre los que estamos comenzando a saber más. Sin embargo, se las sigue diezmando desde hace más de cuatro siglos.

En el último siglo
3 millones
de ballenas han muerto cazadas
Las ballenas grises viajan
20.000 kilómetros
desde México hasta Alaska
El avistamiento de cetáceos genera
2.000 millones $
cada año a nivel mundial en 119 países distintos, con 13 millones de espectadores

El problema

En el siglo XX las ballenas estuvieron a punto de desaparecer debido al desarrollo de una voraz industria ballenera que las hizo víctimas de una persecución implacable. A esto se suma los impactos del cambio climático, la contaminación de las aguas y por plásticos, la sobreexplotación pesquera y el tráfico marítimo.

Pese a que en 1986 se prohibió su captura comercial en todos los países miembros de la Comisión Ballenera Internacional (CBI), algunos de ellos, como Japón, Islandia o Noruega siguen cazándolas, argumentando fines científicos y culturales.

Sus ritmos de reproducción lentos y el hecho de que todas sus poblaciones se han visto seriamente reducidas, si no casi extinguidas, convierte la protección de estos animales en una prioridad para Greenpeace.

La solución

La solución global pasa por acabar con cualquier tipo de caza comercial de ballenas y crear santuarios marinos. Además, hay que luchar contra el cambio climático, la sobrepesca y la contaminación, que también les afectan. La creación de santuarios es una herramienta de gestión muy importante para estos animales y Naciones Unidas tiene una oportunidad única para crear un tratado de los océanos que proteja las aguas internacionales y ayude a estos animales maravillosos.

Al proteger a las ballenas estamos protegiendo muchas otras especies, ya que estas se encuentran en lo alto de la pirámide trófica. Los mares bien conservados son mares ricos en ballenas y delfines. Además, las ballenas y el turismo desarrollado a su alrededor, como el avistamiento de cetáceos, se han convertido en uno de los principales ingresos económicos en muchos países y genera mayores beneficios económicos que la caza comercial.

«Las ballenas son los animales más grandes que jamás hayan existido, pero su caza indiscriminada les ha llevado al borde de la extinción»
Gaviotas vuelan sobre el lomo de una ballena cerca de la isla del Oso, en Noruega Una manada de orcas nada en Kvaloya Sound, cerca de la ciudad ártica de Tromso. Ballena jorobada muestra su cola mientras se alimentan cerca del borde del hielo antártico en el Océano Austral.

Qué está haciendo Greenpeace

Greenpeace trabaja para buscar un nuevo modelo energético que frene el cambio climático, que afecta a los ecosistemas oceánicos al fluctuar la temperatura de los mares, lo cual impacta las cadenas alimenticias en cuanto a la cantidad y diversidad de especies, pues provoca la dispersión de las mismas. Así, las ballenas pueden hacer frente a escasez de alimento al no encontrar suficiente cantidad de las especies que usualmente consumen o simplemente no encontrarlas en las áreas a las que habitualmente asisten para alimentarse.

Además, Greenpeace está trabajando para la creación de un tratado internacional de los océanos que proteja los mares del mundo. La protección de espacios marinos como el mar de Weddell en la Antártida o el mar de Alborán al sur de la Península Ibérica contribuirá a la protección de estos animales.

Sus ritmos de reproducción lentos y el hecho de que todas sus poblaciones se han visto seriamente reducidas, si no casi extinguidas, convierte la protección de estos animales en una prioridad para Greenpeace.

Greenpeace trabaja también para que la CBI se encargue de la conservación de estos grandes mamíferos y tome las riendas de la protección y creación de santuarios marinos para las ballenas.

Igualmente, Greenpeace sí acepta la caza de subsistencia, permitida por la CBI para las comunidades indígenas de Dinamarca, Rusia o Alaska. Los objetivos que persigue esta caza son muy distintos con respecto a la comercial:

  • Asegurar que no aumenten seriamente los riesgos de extinción.
  • Permitir la captura a perpetuidad adecuada a las necesidades culturales y de nutrición.
  • Mantener poblaciones con niveles de reproducción biológicamente sostenibles

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