Viera y Jon se conocieron en Chernóbil. Ninguno de ellos es responsable de aquella catástrofe. Sin embargo, ambos se han hecho cargo de la salud de los niños y de las niñas que tienen la radiación como compañera de vida.Ellas no habían nacido. Alguna de sus madres tampoco había nacido. Pero sus abuelas vieron lo que pasó. La tapa de un reactor nuclear, que pesa más de 1.000 toneladas, salió disparada. La explosión provocó una nube radiactiva que viajó por toda Europa y parte de Asia. Dejó millones de casos de enfermedades derivadas de la exposición a la radiactividad en todos los seres vivos de las inmediaciones. Todavía hoy continúan apareciendo casos de enfermedades y cáncer.

Esto ocurrió hace más de 25 años en Ucrania, en la central nuclear de Chernóbil, y ellas, las abuelas, junto con muchas otras personas cuidan de aquellas criaturas que padecen las consecuencias de los accidentes nucleares.

Una de esas abuelas se llama Viera, es médica en el hospital de Chernóbil, y su nieta viene a Euskadi todos los veranos con la Asociación Chernóbil elkartea.

Viera y Jon se conocieron en Chernóbil. Ninguno de ellos es responsable de aquella catástrofe. Sin embargo, ambos se han hecho cargo de la salud de los niños y de las niñas que tienen la radiación como compañera de vida. Este comportamiento profundamente generoso y ético contrasta con las actuaciones de los responsables y defensores de la energía nuclear.

Ni los operadores, ni los fabricantes, ni los proveedores de la industria nuclear son  responsables de todas las consecuencias que generan. Pero todos ellos ganan dinero. Las leyes que les protegen han sido promovidas y aprobadas por responsables políticos, quienes defienden los intereses de la industria atómica antes que los intereses de la ciudadanía a la que representan. No tiene nombre que los ciudadanos y las víctimas paguen por los desastres nucleares, y no las empresas que los producen.

Marina llegó este año al aeropuerto de Loiu junto con otros 271 niños y niñas. Pasará dos meses con Ana, Jon y su familia, jugando, haciendo amigos, disfrutando y, además, reforzando sus defensas inmunológicas. En Greenpeace deseamos un feliz verano para Marina y nuestro reconocimiento a las personas como Ana y Jon.

Puedes ayudar firmando nuestra petición. Es hora de decirle a la industria nuclear que antes que sus beneficios están las personas.

Raquel Montón (@RaquelMonton) responsable de la campaña Antinuclear de Greenpeace