De los creadores de “Comer yogures caducados” y “Ducharse con agua fría”, llega ahora  “Terror en la Costa”, un docu-drama sobre el litoral español tras la aplicación de la nueva Ley de Costas...

 

Terror en la Costa. Una película de Miguel Arias Cañete

El guión original se publicó ayer mismo en el Boletín Oficial del Senado. Son sólo 44 páginas, pero desde las primeras líneas una ya intuye que se trata de una película mala, con errores de base que abocan al fracaso más estrepitoso...

En la exposición de motivos se dice que se reforma la Ley para dar seguridad jurídica, pero no se dice nada de cuánto costarán las indemnizaciones a todos los que durante 25 años han cumplido la Ley, porque van a llover las demandas y, de ganarse, el dinero de las mismas saldrá de nuestros impuestos.

Se habla también de mantener la integridad del dominio público marítimo-terrestre, pero al final del guión vemos los planos de 12 núcleos afortunados, que, por arte de birlibirloque dejarán de serlo, una “solución singular” lo han llamado. Desde luego, los ganadores de esta quiniela, deben considerarse no sólo singulares, sino también muy afortunados.

El primer guión ni mencionaba las consecuencias del cambio climático en la costa, debió pensar el autor que nadie iba a darse cuenta de que la subida del nivel del mar iba a afectar a la costa... La metedura de pata era tan tremenda que decidieron enmendarlo, pero ni así les ha salido, porque en la versión revisada, sólo se habla de hacer un “diagnóstico” y de “una serie de medidas”, pero no se concreta nada más. Ya avisé, el guión hace aguas desde el principio...

Abunda el texto en la protección de la costa y de las playas como objetivo fundamental de la reforma, pero al mismo tiempo, y como si no fuera incompatible, se autorizan las fiestas en las playas. “Ya puestos a desproteger, ¡lo hacemos a conciencia!”, deben haber pensado...

Y el que llegue hasta la página 5 se encontrará con el bombazo de la trama de esta película de terror: se reduce el ancho de costa protegido de 100 a 20 metros en todos los núcleos de población que aunque no estuviesen declarados como urbanos cuando se aprobó la Ley en 1988, tuvieran “características propias de él” y por si fuera poco la afección que esto va a tener sobre las playas, lo extienden también a los ríos afectados por las mareas.

Vamos, la fórmula clásica para una película de playa: ladrillos, ladrillos y más ladrillos. Mala y terrorífica, ya les digo....

María José Caballero @mjocaballero, directora de Campañas de Greenpeace