Sin ellos desearlo, los osos polares se han convertido en el símbolo de la lucha contra el cambio climático. La rápida reducción de los hielos en el Artico está dificultando la supervivencia de esta magnífica especie animal. Su potencia simbólica es tan alta que algunos de los mejores documentales sobre naturaleza realizados en los últimos años han utilizado la vida del oso polar como guía hacia los impactos del cambio global.

De manera sorprendente hace unos días ha llegado a Islandia un oso polar. Parece ser que ha sido transportado hasta allí en un iceberg desprendido de Groenlandia. La reducción de los glaciares aumenta allí a un ritmo espectacular y hace posible hechos hasta ahora imposibles, como la deriva de este oso. La sorpresa que ha causado su presencia ha sido de enorme calibre. Es un ejemplo pequeño, pero significativo, de los numerosos cambios ecológicos que están ocurriendo en nuestro entorno.

Si el cambio climático sólo afectase al oso polar, no dejaría de requerir un respuesta, pero se trata solamente de una de las muchas especies que están viendo su supervivencia amenazada debido a la quema de combustibles fósiles. Entre esas especies que ven amenazado su futuro se encuentra la nuestra: la especie humana.

Una y otra vez hay que hablar del cambio climático. Se trata de un tema con presencia constante en nuestro blog, pero es necesario insistir y alertar ya que a pesar de la acumulación de evidencias, la pasividad política frente al problema ha aumentado en los últimos meses en vez de reducirse.

Parece como si el asunto no fuera con nosotros: que en esto también, España fuera diferente. Pero el cambio climático no es sólo un problema que afecte al Artico y sus criaturas. La Península Ibérica se encuentra en una zona especialmente vulnerable. De hecho el aumento de las temperaturas medias duplica aquí el aumento global. Somos muy vulnerables.

Ese oso polar abatido a tiros en Islandia es también una víctima inocente. Su supervivencia se ha visto negada, debido a la progresiva desaparición de su hábitat. Otra víctima del cambio climático.

Juan López de Uralde, director de Greenpeace