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Me cuentan que el ex presidente Felipe González anda ahora por ahí de apóstol de la energía nuclear. Al parecer clama por que se abra un "debate nuclear" que, en realidad, nunca se cerró. La verdad es que no tenemos mucha suerte en España los ecologistas con nuestros ex presidentes: mientras Aznar, ese insigne "ecologista sensato" se dedica a calzarnos el epíteto de comunistas a los ecologistas de verdad, Felipe se ha vuelto pronuclear. ¿No podrían dedicar su tiempo y su prestigio a causas más nobles y más desinteresadas?

En el caso de Felipe, aseguran que anda "arrepentido" de haber paralizado el desarrollo nuclear en España en los años ochenta, y que ahora trata de redimir sus pecados buscando cómo facilitar la vuelta de la nuclear. La verdad es que a Felipe el medio ambiente nunca le importó o, al menos, no lo demostró en sus años de presidente del Gobierno. Sólo se conoce su afición por los bonsáis, una sofisticada técnica oriental de torturar a los árboles para que se queden pequeños. Debe ser que así molestan menos.

Pero lo más pasmoso de este caso es la falta de memoria del ex presidente o, al menos, la laguna que le ha llevado a olvidar las auténticas razones de la moratoria nuclear.

Ha caído en mis manos un texto del nada antinuclear ex ministro de Industria de González, Juan Manuel Eguiagaray, en el que explica las auténticas razones de la moratoria nuclear de los años ochenta:

"Es conocido que en pleno proceso de transición democrática el sector público tuvo que rescatar financieramente a las empresas eléctricas del país, que se habían embarcado en un proceso de inversión faraónico derivado de una planificación delirante, en absoluta contradicción con las necesidades constatadas de la demanda eléctrica en España. (....) Los costes (...) así como el saneamiento financiero de las empresas recayeron sobre los consumidores durante largos años, mediante recargos pagados en el recibo de la luz".

La referencia del texto es "Reflexiones sobre la incertidumbre energética" publicado en la revista del Club Español de la Energía, número 21.

Vamos, que tuvimos que pagar entre todos los consumidores la delirante deriva nuclear de las eléctricas españolas. Ahora nos quieren hacer creer que la historia fue otra, pero aún quedan papeles, y memoria. Pues eso.

Juan López de Uralde, director ejecutivo de Greenpeace España