El ciclón que ha devastado las costas de Birmania parece que ha puesto en el punto de mira internacional a este país, y se está hablando (al fin) de la situación de dictadura que padece desde hace décadas. Se denuncian, y con razón, los obstáculos puestos por la Junta Militar (por cierto, ¿quién les vende las armas?) para el acceso de la ayuda humanitaria, y esperemos que esa crítica sirva para impulsar un cambio por el que llevan luchando incansablemente los defensores de los derechos humanos dentro y fuera del país.


Pero hay que reconocer que lo que ha pasado allí puede pasar en otros muchos lugares. De hecho, la catástrofe provocada por este ciclón tropical ha suscitado de nuevo la cuestión del vínculo entre el aumento de la intensidad de los ciclones tropicales, el cambio climático y la destrucción de zonas costeras. Aunque no se puede atribuir directamente ningún suceso específico al cambio climático, es justo decir que en este caso desde luego no se puede descartar; como mínimo estamos ante un ejemplo de la escala y magnitud de los impactos que es probable que ocurran cada vez más según suba el nivel del mar y las tormentas tropicales se hagan más intensas debido al cambio climático. La observación científica aporta ya muchas evidencias que vinculan el aumento de la intensidad de los ciclones tropicales con el aumento, que también se está observando, de la temperatura superficial de los mares, lo que a su vez está vinculado con el calentamiento global provocado por la acción humana. Lo que se ve en la práctica es consistente con lo que se predice que debe ocurrir como efecto del cambio climático: mayor intensidad de los ciclones tropicales (entre otros muchos impactos).


La desgracia de Birmania no es sólo la de estar gobernada por los militares, es la de tener parte de su territorio y de su población entre las más vulnerables al cambio climático: personas que viven en la pobreza en zonas costeras fácilmente inundables, y donde a menudo han sido eliminados los manglares que ofrecían la mejor protección natural ante el mar. Por eso es por lo que los científicos del IPCC advierten de los graves impactos que todas estas regiones van a sufrir sobre sus hábitats, la seguridad alimentaria y la supervivencia de millones de personas como consecuencia del cambio climático y la subida del nivel del mar... si no nos tomamos en serio que esto hay que detenerlo.


El cambio climático no viene a un mundo idílico, sino a un mundo real donde existen las dictaduras y violaciones de los derechos humanos, y donde la mayoría de la población no dispone de recursos económicos para hacer frente a catástrofes. Y es que las desgracias nunca vienen solas. Por eso ahora más que nunca hay que actuar, comprendiendo que la lucha por el medio ambiente, la paz, los derechos humanos, la soberanía alimentaria, etc, son parte de una misma lucha por la sostenibilidad y la justicia.


Jose Luis García, responsable de la campaña de Cambio climático y Energía de Greenpeace