Existe una inmensa ensenada situada al sur de Australia, en el océano Índico, de 1.160 kilómetros. Mucho más que la longitud del mar Cantábrico. Un costa de grandes acantilados de 60 metros de altura y con unos moradores costeros únicos. Entre las especies que frecuentan la zona se encuentra la majestuosa ballena franca del sur o centenares de leones marinos. Un ámbito geográfico que cuenta con especies autóctonas incluso más aisladas que la famosa y vecina Gran Barrera de Coral. Además, en este entorno los aborígenes australianos y otras comunidades locales viven de criar ostras, de la pesca y como operadores turísticos. Actividades incompatibles con la explotación industrial.



Pero, la hermosa bahía estaba en riesgo. La todopoderosa industria del petróleo había decidido poner sus ojos y su codicia en estas aguas. Prospecciones sísmicas era el primer plato de un menú que podría continuar con el peor de los finales, la explotación de los pozos y el peligro asociado a derrames y explosiones.

¡Y hemos ganado! Después de una presión social incesante en la zona y contra todo pronóstico, la gigante petrolera BP ha decidido dar marcha atrás en sus planes.

 

Aún no se entiende cómo BP consideraba este lugar prístino para la actividad industrial. BP además con su currículo de grandes desastres como el desastre del golfo de México con la Plataforma Deepwater Horizon.

Pero la batalla por esta bahía no ha terminado. Existen aún otros gigantes del petróleo con contratos para explorar estas aguas. Esta victoria de la retirada de BP es un mensaje claro para cualquiera de las empresas como Chevron que tienen permisos de exploración futura.

La era del petróleo ha terminado. La exploración petrolífera en las aguas profundas de nuestros océanos debe terminar. Y que acabemos con los combustibles fósiles para siempre.