Para mi, el lujo es contemplar una playa virgen desde un acantilado, sin encontrar construcciones ni autopistas a mis pies. “Solo el mar erosionando las rocas o devolviendo la arena a la playa” Esto es lo que pasó por mi mente en Fuerteventura, mientras miraba extasiada la playa de Cofete desde el Barranco de los Canarios. No había calima, y mis ojos de ciudad, que no acostumbran a ver el horizonte, recorrieron una y otra vez aquel extenso y agreste paisaje. Los que hemos tenido la suerte de caminar por una franja costera intacta, lo tenemos claro. Queremos playas para todos y no puertos y hoteles para unos pocos.
¿Cuántas playas semivírgenes quedan en las islas? Seguro que no muchas, pero no hay que olvidar que las que ya han sido alcanzadas por el ladrillo, modificadas por los puertos y contaminadas por los vertidos, conservan aún algunos tesoros.

En la foto de Calviá (Islas Baleares), vemos cómo un manto de cemento tapiza ya la costa, pero bajo el agua, donde no puede verse, existe un mundo repleto de vida entre las praderas de Posidonia oceanica. Al ver la foto pienso cómo fue una vez la costa de Calviá, pero me preocupa más aún pensar cómo quedará tras la ampliación del puerto deportivo Port Adriano.

Ocibar, la empresa que ejecutará las obras de ampliación de los 82 amarrres, niega la existencia de Posidonia, a pesar de que los buceadores del Grup Balear d'Ornitologia i Defensa de la Naturaleza (GOB) han documentado en un vídeo la existencia de una bellísima pradera en buen estado.

Al Govern balear permitirá esta ampliación destructiva y sin sentido, vulnerando la normativa balear, española e internacional que protege esta especie emblemática. Para ellos toda esta destrucción debe tener sentido, al fin y al cabo, gracias a la ampliación, podrán atracar sobre la antigua Posidonia, 82 yates de lujo.

Carmen Solla. Técnica de la campaña de costas de Greenpeace.

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