Para celebrar la Presidencia española de la Unión Europea, el Ministro de Industria decidió poner en marcha un proceso para buscar un lugar en España en el que albergar un cementerio nuclear. Con esta iniciativa el Ministro Sebastián impone como prioridad en la política energética para  los próximos meses la cuestión de los residuos radiactivos, supongo que con el visto bueno de su jefe.

 

Seguramente en los papeles teóricos - esos que se reparten a los partidos en las reuniones anti-crisis -se impondrían otros temas más relevantes como prioritarios. Se me ocurren, por ejemplo: el futuro de las energías renovables; el coche eléctrico, la reducción de emisiones de CO2 o el futuro de la red eléctrica. Pero imagino difícil de eludir una cuestión que esta generando auténticas fracturas dentro de los partidos.

 

Vemos, por ejemplo, como en las numerosas y concurridas manifestaciones anti-cementerio nuclear coinciden codo con codo las pancartas del PSOE y del PP. En el caso de los primeros llama la atención, ya que el proyecto de cementerio es un invento del Ministerio de industria; y en el caso de los segundos, llama la atención por su indisimulada posición pronuclear. La tenaz oposición de Cospedal a la ubicación del cementerio nuclear en Guadalajara, es la expresión máxima de la incoherencia política.

 

Pero es que resulta que la energía nuclear no es tan limpia como nos han dicho en los últimos meses. Aquellos residuos que estaban tan escondidos en el debate sobre el futuro de la central nuclear de Garoña, aparecen ahora con toda su peligrosidad, generando un profundo y extendido rechazo social.

 

Nadie quiere el cementerio nuclear. Por más dinero que se ha puesto sobre la mesa, el rechazo es generalizado.  Pero, puesto que no hay centrales nucleares sin residuos radiactivos, tal vez debieran esos partidos reflexionar sobre su apoyo a la energía nuclear.

 

Juan López de Uralde, director de Greenpeace España