Cada día leo en los periódicos alguna referencia al “fracaso del Acuerdo de Copenhague”, hoy leo en El País el siguiente titular: “Un tercio del CO2 de los ricos se genera en otro país”; “cada europeo es responsable de toneladas emitidas en China”... “...La prosperidad de los países ricos se basa, no sólo en dos siglos (desde la industrialización) de emisiones por el uso de combustibles fósiles, sino también, ahora, en las emisiones originadas en los países en desarrollo...” y, una vez más, vuelvo a pensar en que en la última gran Cumbre del Clima fueron los países en vías de desarrollo y los pequeños estados más amenazados, como Tuvalu, los que pusieron todos sus esfuerzos en tratar de llegar a un acuerdo. Un acuerdo que al final no ha sido tal, sino un documento de unas pocas hojas con meras declaraciones de intenciones y ninguna obligación legal para nadie.

Yo hoy he decidido intentar entender mejor porqué los países industrializados han firmado un papel vacío al que llaman acuerdo y lo han vendido como un gran avance, cuando todos sabemos que es el clima el que está realmente vendido. Y entro en la web de la Real Academia Española y busco el significado de “acuerdo”, me aparecen varias posibilidades... “convenio entre dos o más partes”... “parecer, dictamen, consejo”... pero me llama la atención “reflexión o madurez en la determinación de algo”. Seguramente no nos esperaríamos encontrar un término tan complejo como “madurez” dentro de la explicación de la palabra “acuerdo”, pero aquí está, posiblemente una de las visiones más sorprendentes, y a la vez sensatas, de lo que debería significar llegar a un acuerdo: llegar a un punto de madurez sobre un tema en el cual podamos tomar una determinación.

Efectivamente, la RAE no se equivoca, su definición es bastante sólida, pero todos sabemos que las palabras cada día se utilizan peor, y la Cumbre de Cambio Climático de Copenhague es un buen ejemplo de esto.

El fracaso del papel mojado, pero firmado por los países “in extremis”, que no debería tener el valor de “acuerdo”, porque en realidad es un documento que carece completamente de madurez, la madurez necesaria para que los países industrializados reconozcan y actúen de forma consecuente con su responsabilidad histórica en el deterioro de la atmósfera, la madurez necesaria para que EEUU reconozca de nuevo que esconde un as bajo la manga y que no va a liderar el proceso que nos lleve a salvar el clima.

El próximo 15 de marzo los Ministros europeos de Medio Ambiente se reúnen en Bruselas de nuevo, otra nueva oportunidad para que la palabra acuerdo no carezca de sentido etimológico, ni humano. Para evitar que la temperatura del planeta alcance los 3ºC que va a alcanzar si tan sólo adoptamos las medidas que se han propuesto a día de hoy, si la UE mantiene sus objetivos pobres, y se queda a la cola, esperando a que reaccionen los más pobres, los más vulnerables asumiendo nuestra responsabilidad. Si no somos capaces de dar la vuelta a esto y apostar por  un 40% de reducción de emisiones global en la próxima Cumbre de Naciones Unidas de Cambio Climático que se celebrará a finales de año en México, entonces, entonces deberíamos plantearnos si nuestros representantes políticos son o no lo suficientemente “maduros” como para poder dejar esta decisión en sus manos o el planeta necesitará que los ciudadanos lleguemos a un “acuerdo” por el clima.

Es el momento de reflexionar, pero no de olvidar, debemos mantenernos en alerta porque esta vez nuestros líderes, sean o no nuestros políticos, no pueden fallar.

Patricia Bermejo, campaña de Cambio Climático de Greenpeace