Estamos en Santiago de Compostela, participando en el Foro Mundial de la Educación. Es la primera vez que este evento, que comenzó hace diez años en el marco del primer Foro Social Mundial, llega a Europa, y en este caso tiene un carácter temático, de forma que todas las actividades están girando en torno a la educación, la investigación y la cultura de paz. Un gran número de actividades se desarrolla en diferentes espacios culturales y la Universidad, con talleres simultáneos sobre conflictos, sobre desarme, modelo económico, información y derechos humanos, etc.

Desde la campaña de Conflictos y Medio Ambiente de Greenpeace, hemos participado en un taller que organizamos junto con el Centro de Investigación para la Paz (CIP-Ecosocial), y el Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL). El taller ha girado en torno a los conflictos socio-ecológicos y a las experiencias, plataformas y campañas que nacen para enfrentarse a ellos.

Desde las tres organizaciones hemos intentado dar una visión de las causas y tipologías de estos conflictos, que son muy diversos. Tenemos, por ejemplo, el problema de una economía basada en los combustibles fósiles que genera una competencia militarizada por controlar las fuentes del petróleo y, en menor medida, el gas. Esto genera una proliferación de conflictos en, por ejemplo, Oriente Medio. Tenemos en otros casos un problema de pesca masiva que deja a las comunidades campesinas y de pescadores sin medios de vida. O una minería que está expandiendo sus actividades sin control, sin seguridad para los trabajadores, y contaminando y arrasando todo lo que encuentra a su caso.

Hay casos extremos, como la competencia para controlar los recursos del este de la República Democrática del Congo, especialmente el coltán (esencial para la telefonía móvil y otras industrias punteras). Esta es una de las guerras más crueles del mundo y el coltán es el motor que la mueve y alimenta.

Aunque cada caso es diferente, estos conflictos se dan por todo el planeta y comparten algo fundamental: se derivan de un modelo económico basado en la producción y consumo masivo, y en una explotación de los recursos realizada como si fueran inagotables. En muchos casos, otro elemento en común son ciertos actores: las empresas multinacionales que buscan, presionan y compiten por esos recursos, usando todo su poder en detrimento de las comunidades locales y del medio ambiente.

¿Y qué se puede hacer frente a todo esto? Los representantes de las tres organizaciones que allí estábamos, y que representamos diferentes perspectivas sobre este asunto, contamos cómo trabajamos, qué tipo de redes y plataformas creamos, y qué campañas y métodos utilizamos para investigar, denunciar, sensibilizar, y presionar para lograr cambios especialmente en relación con el comportamiento de las empresas.

Desde el Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP), cuya última sesión en mayo pasado condenó formalmente la actuación de muchas empresas europeas en América Latina, hasta la campaña “Derechos para las personas”, que pretende regular de forma mucho más estrecha a las empresas europeas y que sus víctimas puedan acceder a la justicia.

Si atendemos a las intervenciones y preguntas de las personas que participaron en el taller, parece haber al mismo tiempo un cierto escepticismo sobre qué se puede hacer, y un convencimiento de que es necesario hacer algo. Pero algo en lo que parecían coincidir es en que, por difícil que sea, escuchar a los afectados, conocer y difundir ese conocimiento es el primer paso para generar apoyos y usarlos como palanca para lograr cambios. En eso estamos todos los que participamos en este evento.

Mabel Bustelo, responsable de la campaña de Conflictos y Medios Ambiente de Greenpeace