Magazine / marzo 2017

¿Comer panga sí o no?

© Yai&JR via Visual hunt / CC BY-NC-ND

A principios de febrero el panga saltó a la primera línea de la actualidad (y la polémica) cuando Carrefour anunció que dejaría de venderlo en España (previamente ya lo había hecho en Bélgica y Francia) por razones medioambientales. Esta decisión, y la petición de varias comunidades autónomas de que se deje de servir en los colegios, ha puesto a este popular pescado bajo sospecha.

El Pangasius hypophthalmus, conocido como panga, es un pescado blanco de gran tamaño que se cría en cautividad, principalmente en Vietnam donde se produce el 90% del total. Económico, rápido de comer y fácil de cocinar, viene ya procesado y sin espinas, su consumo se disparó en España y actualmente somos el país de Europa que más panga importa.

Debido a su bajo precio y a su presentación, es considerado por mucha gente como un pescado “barato y limpio” pero nada más lejos de la realidad, por lo menos en lo relativo al planeta. Tal y como Greenpeace lleva años denunciando, este pescado de acuicultura provoca altos niveles de contaminación en el ya muy contaminado río Mekong, uno de los más contaminados de Vietnam, debido a los excrementos de los peces y a que en las jaulas de engorde se usan gran cantidad de químicos y medicamentos.

Aunque el panga pasa todos los controles sanitarios y de aduanas y no vulnera la ley, la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) desaconsejó su consumo excesivo basándose en un informe en el que aseguraba haber encontrado “restos de pesticidas y trazas de mercurio” en filetes de panga (y de perca).

La cría de esta especie ha ido desplazando otras maneras de vida y cultivos tradicionales y fundamentales para la población local, como el arroz. Además, su creciente demanda hace que se esté destruyendo el manglar (un valioso sistema de bosque acuático) para instalar aún más jaulas.

Celia Ojeda, responsable de la campaña de Océanos de Greenpeace destaca que tras el panga también se esconde una historia de derechos humanos e igualdad. “Comer panga es injusto aquí y allí. Esa producción tan barata tiene muchas consecuencias sociales”, explica. “Allí, porque sus trabajadores están en un régimen de semiesclavitud, con salarios y condiciones de trabajo completamente indignas. Mientras que aquí afecta a nuestro sector pesquero, ya que la pesca artesanal no puede competir con estos precios tan baratos”.

Como alternativa, Greenpeace propone el consumo de pescado de temporada. Para ayudar a quienes quieran consumir pescado a hacerlo de forma sostenible, la organización elaboró en junio un calendario y una aplicación en la que se puede consultar qué especie consumir en cada momento.

“La historia no es si puedes o no puedes comer panga, es si quieres comer panga. Ahora que ya sabes su historia, depende de ti. Puedes seguir comiendo e ignorar lo evidente o cambiar tu consumo”, concluye Ojeda.

Texto Marta San Román