Queríamos llevar la voz del Ártico, convertida en música a manos del gran compositor, hasta las personas que podían decidir su futuro
Durante la prueba de sonido, convertida en un improvisado concierto privado, la hasta entonces frenética actividad a bordo del Arctic Sunrise se detiene. Susurros de incredulidad recorren la cubierta, nos miramos, conscientes de que estamos presenciando algo único. Ni siquiera los más experimentados marineros, curtidos en mil batallas, pueden escapar de la emoción que se ha adueñado del barco. Cuando la música cesa, deja paso a un espontáneo y largo aplauso. El prestigioso compositor y pianista, Ludovico Einaudi, levanta la vista del piano. “Suena bien”, dice con una gran sonrisa. “Vamos con ello”.
Zodiacs de Greenpeace remolcan la plataforma que se ha construido para albergar el gran piano de cola que, contra toda lógica musical, se mantiene afinado a pesar de las condiciones climáticas y la dura travesía hasta las islas de Svalbard (Noruega). Einaudi salta a la plataforma y se coloca, elegante, como si fuera a tocar en uno de los grandes teatros a los que está acostumbrado y no flotando en mitad del océano Ártico con temperaturas por debajo de cero. Concentrado, comienza de nuevo.
Y así, durante unas agotadoras y emocionantes 48 horas, trabajamos sin cesar para llevar la voz del Ártico, convertida en música a manos del gran compositor, hasta las personas que podían decidir el futuro del Ártico. En dos días comienza en Tenerife una cita crucial, la comisión Ospar (el organismo que rige la cooperación internacional para la protección del medio marino del Atlántico Nordeste) decidirá si asegura la creación de la primera zona protegida en aguas internacionales del océano Ártico. Esto supondría casi el 10% del Santuario que Greenpeace reclama para este territorio, amenazado por las prospecciones petrolíferas, la pesca industrial y el transporte.
Con dificultad las lanchas de la organización se abren paso entre el hielo en busca del plano perfecto, de la toma capaz de trasladar una belleza que todavía no terminamos de creer. Así, vencemos el frío y el cansancio. Ludovico, incansable, interpreta la melodía que ha compuesto especialmente para este momento, ‘Elegy for the Arctic’. Las horas pasan y las temperaturas bajan. Afortunadamente, el día eterno del Ártico en esta época del año juega a nuestro favor: contamos con 24 horas de luz para trabajar y aprovechamos cada una de ellas, con rodajes que se alargan hasta las 4 de la madrugada.
Cada cierto tiempo el frío se impone y hay que parar, hacer un descanso para comer y beber algo que caliente el cuerpo. Entre toma y toma Einaudi aprovecha para templar las manos con un pequeño calentador portátil. También para abrigarse, aunque bajo su atuendo de pianista tiene un traje térmico especialmente diseñado para este entorno, las bajas temperaturas y la humedad empiezan a pasar factura.
La música continúa resonando en este escenario único. De vez en cuando, enormes bloques de hielo se desprenden del glaciar, creando sus propias notas que irrumpen inesperadamente en la canción. En un último y espectacular desprendimiento, todo el agua queda completamente cubierta de hielo, tanto que hace imposible que las lanchas avancen y que se pueda volver al barco. Atrapados en el mar helado, hay que subir por la larga (y no excesivamente fácil) escalera del barco hasta llegar a cubierta mientras la tripulación se afana en subir de nuevo el piano y las lanchas con la grúa. El glaciar ha marcado el fin de la grabación. Ahora toca editar, montar... preparar todo el material a contrarreloj para el inicio de la reunión.
Desde China a Nueva Zelanda, pasando por toda Europa, Estados Unidos, Brasil, India, Rusia (y un larguísimo etcétera), los medios más importantes de todo el mundo hablan del concierto de Greenpeace en el hielo y de la necesidad de proteger el Ártico. Y con el eco de los acordes de Ludovico resonando en todo el mundo, comenzó una intensa semana de negociaciones en Tenerife.
Pero, a pesar de la enorme repercusión mediática, de los esfuerzos del presidente de la Comisión y de algunas delegaciones (como Alemania, la UE, Francia o España) y de la presión de Greenpeace (que estuvo presente con su equipo político y con acciones de comunicación directa como la entrega de los ocho millones de firmas que piden la protección del Ártico), Ospar no fue capaz de llegar a un acuerdo para hacer efectiva esta protección. Noruega, Dinamarca e Islandia se encargaron de postergar, una vez más, la designación de la primera área marina protegida en las aguas internacionales del Ártico. Sin embargo, a pesar de los numerosos intentos de bloqueo, Greenpeace continuará su lucha. Porque no se pueden acallar más de ocho millones de personas, no se puede acallar la voz del Ártico.
Marta San Román
Responsable de Comunicación