Magazine / junio 2016

Ciudades sostenibles

© Greenpeace/ José Luis Roca

La reducción de emisiones de gases de efecto invernadero comienza en la puerta de la casa de cada persona: en cómo nos desplazamos cuando vamos al lugar de trabajo o de estudios; en cómo hacemos nuestras compras o visitamos a nuestros amigos y amigas, o cómo recibimos la energía que utilizamos. Y en ello influye enormemente la gestión de la movilidad que llevan a cabo los municipios, responsables de hacer de las ciudades un lugar sostenible donde se antepongan las personas y el medio ambiente a los coches y los humos.

Cada año se producen unas 33.000 muertes prematuras en el España por la contaminación del aire

En el núcleo urbano de Pontevedra, los niños han vuelto a jugar en la calle. Las estrechas aceras y los humeantes coches con sus estresados conductores tocando el claxon en los semáforos son parte del paso. La ciudad gallega se encuentra inmersa en un profundo proceso de transformación para dar prioridad de tránsito a los peatones en detrimento de los vehículos a motor. En Barcelona, donde las Olimpiadas del 92 sirvieron de ocasión para peatonalizar buena parte del entorno del Barrio Gótico y otros puntos de la ciudad hay decenas de nuevos proyectos sostenibles encima de la mesa, donde destacan sus “supermanzanas”. Lo mismo sucede en Sevilla, Salamanca, el casco antiguo de Bilbao o A Coruña. El cambio parece imparable. No ha sucedido ningún milagro, simplemente se están devolviendo las calles a las personas.

Medidas como las peatonalizaciones son un pequeño ejemplo de lo sencillo que resulta poner en marcha planes de movilidad sostenible, que suponen un beneficio para las personas que viven en estos entornos y para el medio ambiente, en un momento en el que el planeta ha iniciado una carrera por reducir las emisiones de efecto invernadero: “Hemos abordado en muchas ocasiones la reducción de emisiones a través de sectores como el energético, pero la movilidad urbana representa un 10% de las emisiones globales de un país como España y de ellas, la mitad corresponden a la movilidad urbana”, comenta Mariano González, responsable de la campaña de Energía de Greenpeace.

La organización ecologista ha publicado recientemente un estudio que por primera vez analiza la contribución al cambio climático del transporte en las áreas urbanas y metropolitanas, en el que se pone la pelota en el tejado de los municipios. Las ciudades tienen una gran responsabilidad porque además del problema climático, se estima que cada año se producen unas 33.000 muertes prematuras en España por la contaminación del aire (especialmente la provocada por el tráfico en las ciudades), según la Agencia Europea de Medio Ambiente.

Tras la firma del acuerdo de París, la Unión Europea se comprometió a reducir considerablemente sus emisiones para evitar que la temperatura del planeta aumente más de 1,5 ºC, y una herramienta clave para ello sería atajar el problema de las emisiones derivadas de la movilidad hasta cortarlas un 50%. Esto implicaría reducir un 35% los desplazamientos urbanos en vehículos a motor hasta el año 2030 y sustituirlos por otras formas alternativas como el transporte público o las bicicletas, además de mejorar la eficiencia de vehículos (con la implantación del coche eléctrico) así como las formas de distribución y transporte de mercancías para que solo se realicen los desplazamientos que sean estrictamente necesarios.

España, casi todo por hacer
En España, el análisis de Greenpeace demuestra que la movilidad sigue siendo una asignatura pendiente

Las ciudades más modernas del mundo están asumiendo este rol tan importante que juegan las grandes urbes y sus áreas metropolitanas y están rediseñando sus planes urbanísticos para devolver el protagonismo a las personas en detrimento de los coches. En España, el análisis de Greenpeace demuestra que la movilidad sigue siendo una asignatura pendiente.

“En el ranking que hemos elaborado ninguna de las grandes ciudades españolas aprobaría, pero sí es cierto que algunas lo están haciendo mejor que otras y que cada vez hay más cambios”, comenta González, quien tras analizar los planes urbanísticos de las seis principales urbes del país, asegura que se llega a la conclusión de que quien más se ha tomado en serio este tema es Barcelona y su área metropolitana, si bien aún tiene un gran camino que recorrer antes de lograr la meta de reducir sus emisiones a la mitad en los próximos 14 años y de cumplir con unos niveles de contaminación inferiores a los legalmente permitidos.

Después de Barcelona, Madrid destaca porque también ha iniciado medidas orientadas a atajar la cuestión de la movilidad, aunque la capital presenta aún graves deficiencias. De hecho, Valencia, que con su área metropolitana ocupa el tercer lugar en el ranking ecologista, adelantaría a Madrid si solo se tuvieran en cuenta los esfuerzos hechos por las ciudades sin contar el área metropolitana. Les siguen por este orden Málaga, Sevilla y Bilbao. Las capitales andaluzas han comenzado a dar pasos para mejorar su movilidad con medidas como la implantación de la bici y la peatonalización de calles pero aún están lejos de lograr un objetivo razonable.

Destaca especialmente el caso de Bilbao, que ocuparía la última posición debido a que ni siquiera cuenta con un plan de movilidad, aunque sus autoridades aseguran estar realizando uno para la ciudad, lo cual es una buena señal, aunque nada indica que se esté abordando el problema para su área metropolitana.

Y mientras tanto, lejos de ser conscientes de lo afortunados que son, los niños y niñas de Pontevedra juegan en las nuevas zonas peatonales de su ciudad mientras los adultos pasean o disfrutan en las terrazas de los bares en verano, porque al fin y al cabo, las ciudades son de las personas y no de los coches.

Conrado García del Vado es responsable de Comunicación en Greenpeace España

@congdv