El ipé, la nueva caoba
Todavía es una gran desconocida, pero cada vez es más común ver determinadas obras públicas, como pasarelas o puentes, fabricadas con la nueva caoba: el ipé. Esta madera amazónica de color oscuro y una gran dureza es adecuada para obras en el exterior, por lo que también se está comenzando a importar (muchas veces de forma ilegal) para construir suelos de terrazas y marinas deportivas. De quien pueda pagarla, porque el ipé es caro.
Pero su uso no solo supone un gran desembolso para los usuarios, sino también para el medio ambiente. El ipé, que es el símbolo de Brasil por la belleza de su copa amarilla, se encuentra en densidades muy bajas en las selvas amazónicas, por lo que para acceder a él hay que destruir muchos más árboles de otras especies, lo que implica que la selva se degrade y que se dé paso a la deforestación.
Greenpeace ha señalado a varias empresas responsables de “blanquear” madera de ipé para sacarla de Brasil de forma legal. Por eso, ante la duda, desde la organización ecologista hemos exigido a países como España (el 4º importador de la Unión Europea), que se limite su uso y se utilicen alternativas más sostenibles.
Garoña debe seguir cerrada
Tras más de un año sin funcionar, Endesa e Iberdrola insisten en solicitar la reapertura de Garoña. Aun a sabiendas de que es la nuclear más antigua de la UE y la quinta más vieja del mundo, han pedido una licencia para explotarla hasta 2031.
Nosotros esperamos que el Consejo de Seguridad Nuclear lo impida. El propio regulador nuclear ve numerosos problemas: su aislamiento, su protección antiincendios, su sistema de tratamiento de gases de reserva… También se tendrían que construir torres de refrigeración o bajar su potencia para poder usar el agua del Ebro. Pero es que además los riesgos derivados del envejecimiento son insalvables, porque ciertas partes esenciales de los reactores nucleares no se pueden sustituir.
Para otorgar una licencia que amplíe la vida de centrales nucleares que vayan a sobrepasar los 40 años de funcionamiento, como Garoña (1971), se debe realizar la solicitud 3 años antes, algo imposible a estas alturas. Seguiremos al pie del cañón para impedir que Garoña vuelva a abrir sus puertas.
España suspende otra vez
La crisis económica ha ayudado a que Europa haya reducido un 19,2% las emisiones con respecto a 1990, según la Agencia Europea del Medio Ambiente. Así, estamos ya muy cerca del objetivo para 2020 del 20%. Pero no en España, que podía aumentar sus emisiones un 15% entre 2008 y 2012 según el Protocolo de Kioto y, sin embargo, las incrementó un 23,7%.
Si comparamos las emisiones desde 2007 -cuando se sitúa el inicio de la crisis- en los países europeos que más la han sufrido, ganamos por goleada en contaminación. En 2007 España emitió más de 430 millones de toneladas de gases de efecto invernadero, muy por encima de los 134 millones de Grecia, 80 de Portugal o 68 de Irlanda. Los cuatro países disminuyeron sus emisiones en los años siguientes, pero en 2012 España seguía echando a la atmósfera 340 millones de toneladas, frente a los 111 millones de Grecia, 69 de Portugal y 58,5 de Irlanda.
A pesar de ello, nuestro Gobierno sigue fomentando las energías contaminantes y castigando a las renovables, para las que ha cambiado las reglas del juego por enésima vez en un Real Decreto.