Todos ellos portaban pancartas con fotos de sus compañeros detenidos en las que se podía leer en diferentes idiomas “Libertad para los 30 del Ártico”.
“En el Rusia teníamos 30 compañeros encarcelados, por eso para nosotros eran tan importante que fuéramos también 30 los que participáramos en esta acción de denuncia en Barcelona”. Eso comentaba uno de los activistas que el pasado 14 de noviembre participó en el despliegue de más de una decena de pancartas en la fachada de la Sagrada Familia para pedir la libertad de los compañeros detenidos.
Sobre las 9 de la mañana, los 30 entraron en el templo y ascendieron por su interior. Poco después empezó a vérseles salir por diferentes ventanas del templo, primero uno, luego otro, así hasta componer un mosaico en la fachada. Todos ellos portaban pancartas con fotos de sus compañeros detenidos, en las que se podía leer en diferentes idiomas “Libertad para los 30 del Ártico”.
“Para todos era una gran responsabilidad y un reto”, aseguraba otro de los activistas a los medios poco después de dar por finalizada la acción. “No solo teníamos que hacer que la acción fuera lo más impactante posible para llamar la atención sobre la situación de nuestros compañeros, sino también porque el templo, que es patrimonio de la UNESCO, merecía un especial cuidado y no podíamos cometer ningún descuido que rompiera algo accidentalmente”.
Los activistas llamaron la atención de numerosas personas que visitaban a esa hora la basílica, así como de un buen número de medios de comunicación que siguieron con atención el transcurso de la acción. Semanas después sus compañeros encarcelados en Rusia fueron liberados, aunque aún se enfrentan a varios cargos que podrían llevarles a la cárcel. “Los 30 del Ártico podríamos ser cualquier de nosotros” decía otra de las activistas “así que no podemos dejar de protestar para pedir su protección, moleste a quien moleste”.