En 1961, el meteorólogo Edward Lorenz usó una computadora para reproducir una predicción metereológica. En uno de los valores introdujo solo tres decimales, en lugar de los seis que la computadora podía albergar, asumiendo que la diferencia de una parte entre diez mil sería mínima. Pero según la computadora iba construyendo la predicción, Lorenz observó con asombro cómo esta iba diferenciándose cada vez más de la original, hasta acabar con un modelo totalmente distinto.
Más tarde Lorenz ofreció una conferencia sobre el tema, bajo el título ¿Puede el batir de alas de una mariposa en Brasil desatar un tornado en Tejas? Acababa de dar nombre al conocido “efecto mariposa”, muy utilizado hoy en día en campos tan diversos como la ingeniería o la filosofía, y que establece que la más minúscula alteración del orden de un sistema de elementos puede acabar teniendo consecuencias enormes.
Con esta idea en la cabeza, imaginemos una variación mucho mayor que la de un simple batir de alas. Por ejemplo, una alteración significativa de una vasta región del planeta, la desaparición de todo un ecosistema, o una modificación sustancial del principal regulador del clima del hemisferio norte de la Tierra. ¿Cuáles podrían llegar a ser sus efectos?
Por desgracia, esas alteraciones son más que un ejercicio de imaginación. Las tres se están produciendo en estos momentos en el Ártico a causa del cambio climático. No es difícil prever que sus consecuencias van a ser enormes en todo el planeta. Y que, con un incremento medio actual de la temperatura del planeta que ya supera los 0,7ºC, urge atajarlo, antes de llegar al umbral de los 2ºC que los expertos consideran catastrófico.
“Si hace 20 años conseguimos proteger la Antártida cómo no vamos a conseguir ahora proteger el Ártico”.
Las espirales de deshielo
Por desgracia, el problema tiene un carácter exponencial. La mayor temperatura media del planeta hace aumentar el deshielo y, a su vez, el mayor deshielo hace aumentar la temperatura media. Esta espiral es consecuencia del efecto regulador que el hielo polar ejerce sobre sobre el clima: el hielo atrapa gas metano, refleja la luz del sol de vuelta al espacio, y enfría las corrientes marinas que luego recorren el planeta.
Además, en estos momentos un segundo círculo vicioso amenaza al Ártico. El deshielo está haciendo navegable, y por tanto susceptible de explotación petrolífera, una mayor parte de su superficie. De llevarse finalmente a cabo, la extracción de petróleo supondría la liberación de más gases de efecto invernadero, que volverían a alimentar el cambio climático, produciendo más calor y más deshielo.
Estas dos “espirales de deshielo” hacen que, a medio y largo plazo, las consecuencias de las alteraciones del Ártico en el planeta sean mucho mayores de las que se podría prever. Dentro de Europa, España sería uno de los países más afectados por esas alteraciones, debido a su posición geográfica.
Los efectos del deshielo del Ártico en España
Nuestro país se va a volver más árido, va a llover menos y va a presenciar cada vez más y más virulentos fenómenos climáticos extremos. Tales son las consecuencias directas del cambio climático en España.
Los primeros afectados por estas nuevas condiciones serán la flora y la fauna, incapaces de adaptarse a unos cambios tan rápidos. Algunas especies, como el oso pardo, desaparecerán, mientras que otras, como el alcornoque, tendrán que mudarse hacia el norte. Por otra parte, especies invasoras como el mejillón cebra encontrarán en nuestro país unas condiciones cada vez más favorables para desarrollarse.
Muchos sectores económicos también se verán seriamente perjudicados. Quienes dependen económicamente de las especies afectadas verán su medio de vida en peligro: los productores de vino del sur de la península tendrán que buscar alternativas ante las condiciones desfavorables para el cultivo de viñedos, mientras que las localidades turísticas de la costa mediterránea tendrán que lidiar con la proliferación de medusas. A su vez, el turismo de nieve se enfrentará a temporadas de nieve cada vez más cortas.
Hay otras consecuencias directas. Por ejemplo, el aumento del nivel del mar y las inundaciones afectarían de manera especial a la costa de Euskadi. A la vez, las altas temperaturas serán el caldo de cultivo perfecto para los incendios forestales, y podrían reactivar enfermedades infecciosas ya erradicadas en la península, como la malaria.
Hacia una protección del Ártico
Para evitar estas graves consecuencias es necesario un acuerdo global que entienda el importante papel del Ártico en la atenuación del cambio climático. Por una parte, debemos hacer un esfuerzo constante y prolongado para reducir las emisiones de C02 a nivel mundial. Por otra, debemos proteger el espacio físico del Ártico ante la inminente amenaza de su explotación.
Para ello Greenpeace ha solicitado su inclusión en calidad de observador en el Consejo Ártico, un foro de alto nivel constituido por los ocho países limítrofes al Ártico, para poder velar por los intereses de la región. Paralelamente, estamos presionando a los ministros de Exteriores de la UE, así como al presidente de EEUU, para que elaboren una una política de protección del Ártico. Pero, sobre todo, a través de nuestra campaña “Salva el Ártico” vamos a reclamar ante la ONU, responsable en último término de la protección de aguas internacionales, que el Ártico sea declarado santuario global.
No es sencillo, pero estamos a tiempo de lograrlo y tenemos la capacidad para hacerlo. Lorenz asumió en su conferencia que si una mariposa podía generar un tornado, también podía evitarlo. En nuestra responsabilidad ser esa mariposa.
La larga batalla por el Ártico
Greenpeace es experta en superar retos que inicialmente parecen imposibles. Así ocurrió, por ejemplo, con la firma del Protocolo para la Protección de la Antártida en 1991, algo impensable solo tres años antes, cuando los países firmantes se acababan de repartir el continente helado para explotar sus minerales.
La historia se repite ahora con el Ártico. De nuevo los países limítrofes pretenden explotar sus recursos, y de nuevo hemos de evitarlo. Será una batalla larga, en la que habremos de enfrentarnos a gobiernos y multinacionales y que tal vez dure varios años, pero en la que ya hemos ganado bastante terreno.
Las primeras victorias llegaron en marzo de 2013: Shell anunció que abandonaba la búsqueda de petróleo en el Ártico durante este año, Groenlandia dejó de otorgar licencias para explorarlo, y el Tribunal Supremo de Escocia revocó la prohibición impuesta a Greenpeace de acercarse a instalaciones de Cairns Energy tras una acción en su sede. También en marzo iniciamos dos nuevas ofensivas, la primera en forma de una gran cadena virtual por el Ártico, y con la segunda instamos a Barack Obama a declarar el Ártico “zona vedada” a la explotación. Por último, en abril hemos sumergido en el Ártico los casi tres millones de firmas que recogimos durante 2012 y principios de 2013, reclamándolo así simbólicamente para la humanidad.
Pero la primera “gran batalla” tendrá lugar en Nueva York en septiembre de este año. Será en la Asamblea General de las Naciones Unidas. A ella acudiremos, armados con todo el poder de vuestras firmas y los contundentes informes científicos que nos respaldan, para reclamar que el Ártico sea protegido para el bien de la humanidad, declarándolo santuario global. No pararemos hasta lograrlo.