Magazine / abril 2013

Revolución (verde) en la pasarela

© Greenpeace/ Lance Lee

El sector textil está transformando su modo de producción. Después de años de “barra libre” para contaminar agravados por el aumento de la producción como consecuencia de la moda rápida, fabricantes y diseñadores están tomando nota para hacer sus colecciones más sostenibles, en las pasarelas y en las tuberías de vertido.

Cada vez es más habitual ver cómo las prendas de ropa se llenan de etiquetas verdes con mensajes como “algodón orgánico” o “no transgénico”; las tiendas se hacen más sostenibles y eficientes energéticamente; las escuelas de diseño imparten asignaturas de moda sostenible y en las centrales de las grandes marcas de moda se empieza a pedir a sus proveedores en terceros países que garanticen que las colecciones son elaboradas sin sustancias tóxicas. Definitivamente algo está cambiando en un sector acostumbrado a reinventarse constantemente para estar, como no, a la última moda.

“Las grandes marcas del sector no pueden estar mirando constantemente a otro lado y decir que ellas no pueden controlar la totalidad de lo que produzcan sus proveedores”, afirma Sara del Río, química que lleva años trabajando en Greenpeace con el sector textil. “La velocidad con la que han reaccionado algunas marcas a nuestras campañas demuestra que son conscientes del problema de la contaminación que genera el sector en los países fabricantes y que son capaces de adaptarse a un modelo más limpio en un tiempo razonable”.

Y es que si atendemos a la rapidez con que, por ejemplo, la reina de la moda rápida, la multinacional española Inditex, se avino a publicar un compromiso para eliminar de forma progresiva los tóxicos de su cadena de producción, vemos que las empresas ya no discuten sobre si deben o no producir de forma más sostenible, sino sobre cómo y en qué plazo hacerlo, sobre todo teniendo en cuenta que una compañía como Inditex trabaja con miles de proveedores repartidos por todo el mundo. Algo que también le sucede a otros pesos pesados del sector como Mango o H&M, que también se han comprometido a eliminar los tóxicos de su cadena de suministro con relativa velocidad, aunque a veces no lo hacen de la forma más diligente que debieran.

Si bien los principales actores de este sector, las grandes multinacionales que venden millones de prendas en todo el planeta son en un primer momento reacios a cualquier cambio que implique ciertos sacrificios, cada vez más se ven en la encrucijada de sumarse a la corriente de la moda sostenible para no perder mercado. El nivel de concienciación y de conocimiento del público es cada vez mayor en países como Estados Unidos o en algunos de nuestro entorno como Alemania, Italia o Francia, y esto está implicando que las marcas globales estén generando también cambios globales, a la vez que ese nivel de concienciación y de responsabilidad se extiende por todo el mundo.

Los consumidores están viendo cómo con su acción pueden ejercer una gran influencia sobre las marcas.
El poder de la gente

A las campañas sobre las, a veces, pésimas condiciones de trabajo en las que se producen los textiles en países del denominado Sur Global, como las llevadas a cabo por la asociación Setem, se unen otras como Detox de Greenpeace para denunciar la contaminación de los ríos y acuíferos por las industrias textiles que están haciendo que el ciudadano exija cada vez más que su ropa esté “limpia”.

“En el último año y medio hemos experimentado un cambio considerable”, afirma Gema Gómez, fundadora de Slow Fashion Spain. “Si bien aún nos queda mucho por hacer, los consumidores están viendo cómo con su acción pueden ejercer una gran influencia sobre las marcas, y si les piden que su moda sea más sostenible, las empresas toman notan y cambian el rumbo”.

Para Gómez este “poder de la gente”, sumado a la mayor concienciación que también se está experimentando en países como España, están siendo los auténticos motores de este cambio, al que las empresas deben sumarse, aunque les cueste hacerlo o intenten encontrar atajos. “Lo que más me sorprende es el fenómeno que se produce en países como Colombia o Brasil, donde la mayor cercanía de las personas a la tierra y su mayor vínculo con ella está haciendo que sean más exigentes para que la producción textil sea más respetuosa con el entorno, algo que en Europa es difícil de ver”, añade Gómez.

Numerosos expertos en sostenibilidad apuntan a que no se puede producir un verdadero cambio de paradigma en el sector sin que se produzca una reducción en la producción y en el actual modelo de moda rápida y barata que cada año saca al mercado más de 80.000 millones de prendas. Aunque por el momento no existen indicios de que esto vaya a producirse, por lo que todas las iniciativas van dirigidas a que, al menos, esa producción tenga el menor impacto posible.

¿Pero cuál es ese impacto?
Las grandes marcas no deciden dar un paso adelante hasta que no se ven obligadas a ello.

Sara del Río lo explica muy claramente: “Numerosos tintes, detergentes y estampados contienen sustancias tóxicas, que durante la fabricación terminan en las aguas y ríos de las zonas de producción, y posteriormente acaban en el mar, haciendo de este un problema global”. Pero no queda ahí la cosa, si esas prendas han sido lavadas o teñidas con productos que contenían sustancias tóxicas, siempre quedan restos que se liberan de nuevo a los canales de agua de los países en los que las prendas se lavan, con lo que se cierra el círculo de la contaminación.

Muchas de esas sustancias son compuestos orgánicos persistentes que, como apuntan expertos en la materia como el doctor Miquel Porta, “si llegan al mar pueden terminar en los peces que luego nos comemos y terminan en nuestro organismo”, algo no especialmente recomendable teniendo en cuenta que estos productos pueden ser cancerígenos y disruptores hormonales. Lo más sencillo sería prohibirlos en todo el mundo, no solo en algunos países. A fin de cuentas el mar no conoce de fronteras y la contaminación menos aún.

Además de irse a las tuberías de vertido de las fábricas textiles, Greenpeace ha analizado numerosas prendas en busca de sustancias tóxicas, lo que le ha permitido sentarse frente a frente con las empresas y pedirles mayor responsabilidad. Todas las grandes marcas realizan por su cuenta este tipo de análisis por lo que es probable que tengan constancia de que muchos de sus proveedores utilizan productos que por ejemplo en Europa están prohibidos aunque todo apunta a que no deciden dar un paso adelante hasta que no se ven obligados a ello. De nuevo, por “el poder de la gente”.

Paralelamente al cambio que se está produciendo en la ropa que se expone en los escaparates y en los estudios de diseño, en algunos países productores ya han saltado las alarmas y se están poniendo en marcha medidas para paliar los graves problemas medioambientales y de salud que ocasionan. Recientemente el Gobierno chino, el principal país productor de textiles del mundo, utilizó el término “aldeas del cáncer” para denominar las áreas de producción donde se han detectado unos índices de cáncer excesivamente elevados, con las consecuencias que algo así puede tener para cualquier sistema sanitario (por precario que sea) y, sobre todo,  por las repercusiones sociales que pueda tener entre los habitantes de regiones enteras que ven cómo sus gobernantes no hacen nada para evitar un problema que se ve y se huele en los ríos y cuyo color solo varia según el tinte que se esté utilizando en ese momento en las fábricas.

Concienciación en la blogosfera

Entre los numerosos blogs del mundo de la moda la tendencia no ha pasado inadvertida y cada vez son más quienes se aventuran a pedir a sus marcas favoritas que, además de diseñar ropa original, esta sea sostenible. “Antes la moda la marcaban la calle, la música, los hábitos, la cultura, los viajes, los libros de tendencias… Ahora parece que lo trendy lo dicta Greenpeace” publicaba hace unas semanas L-i.nkmagazine.com.

La moda es uno de los sectores donde más se ha desarrollado la blogosfera. Existen centenares de bitácoras que analizan las colecciones de todas las marcas y que también están ejerciendo presión y contribuyendo a que se produzca esta revolución silenciosa. “Es cierto que muchas blogueras aún se fijan solo en términos como orgánico pero es indudable que la sostenibilidad es cool y está de moda”, comenta la bloguera Raquel Trejo (modaytendencias). “El público está más concienciado y exige más, especialmente en lo relativo a tejidos, la gente marca la tendencia y las marcas se amoldan a ella”.
Este argumento es compartido por Paula Gullón, cofundadora de la agencia de comunicación especializada en moda Tal Cual. “Las marcas han identificado que el hecho de ser sostenibles es bueno para su imagen, además de que es cierto que la calle cada vez lo pide más”.

Habrá que esperar para saber si en diez años, por ejemplo, todo el sector será sostenible, “igual no todo el sector, pero sí buena parte”, augura optimista Trejo. Lo que parece innegable es que el cambio ya está en las pasarelas. Queda por ver si también se traslada definitivamente a las fábricas y a sus tuberías.
Más información en www.greenpeace.es/detox

Duelo de alta costura

Según declaraba hace años Karl-Johan Persson, presidente de la firma sueca de moda rápida H&M, en un viaje a China para visitar a uno de sus proveedores, se llevó una gran sorpresa al encontrarse en la fábrica con uno de los dueños de una marca de alta costura que también había subcontratado su producción allí. Y es que en un mundo globalizado como este, el término caro dejó hace tiempo de ser sinónimo de fabricado en el primer mundo o con una mayor responsabilidad social, algo que la campaña Fashion Duel (duelo de la moda) ha podido comprobar.

Al igual que ocurriera con las marcas deportivas o con las del sector de la moda rápida, Greenpeace “lanzó el guante” a las marcas de lujo (curiosamente más reacias a cambiar) y las retó a que demostraran que el alto precio de sus productos también incluía una política de producción más sostenible medioambientalmente hablando. Con la información recabada, la organización ecologista realizó un ranking en el que, para sorpresa de todos, tan solo la firma italiana Valentino se salvaba.

El resto, hasta sumar 15 marcas, suspenden por diferentes motivos, como explica la experta de Greenpeace Chiara Campione: “Resulta incomprensible que algunas marcas como Chanel, Dolce & Gabbana, Hermès o Prada no quieran informar a los consumidores de su política de producción, esta falta de transparencia ya no es propio de nuestro tiempo”.

El ranking no solo se centra en las sustancias tóxicas, sino también en otros aspectos como la deforestación que ocasionan sus proveedores de embalajes de papel y cartón o la que se produce para extender los pastos del ganado que sirven para fabricar sus productos de cuero. Campione destaca que prácticamente todas las empresas quieran desentenderse de la responsabilidad que tienen para que sus productores fabriquen sus caras prendas de ropa sin usar sustancias contaminantes. “Piensan que el problema no es suyo, aunque obviamente son los responsables finales de si la ropa que venden contiene sustancias tóxicas o de si los fabricantes las han utilizado en su producción”, recuerda Campione. Y es que para hacer moda de alta costura, no basta con contar con la firma de los diseñadores más famosos, sino que también hay que estar a la altura.