Magazine / julio 2012

El ártico, la última frontera

Glaciar Helheim, al sudeste de Groenlandia

Glaciar Helheim, al sudeste de Groenlandia

© Nick Cobbing/ Greenpeace

La palabra Ártico nos evoca la estampa idílica de un oso polar en un paraíso de hielo. Pero este paraíso desaparece lentamente ante nuestros ojos. En los últimos 30 años hemos perdido tres cuartas partes de la capa de hielo del Ártico.

Ayudanos a salvar el Ártico ¡Firma para que el Ártico sea declarado santuario global!

El Ártico es de los lugares más vulnerables de la Tierra. Su lejanía, el delicado equilibrio de sus ecosistemas y su clima extremo hacen que cualquier cambio brusco tenga consecuencias imprevisibles. Y a pesar de ello continúa la carrera acelerada por extraer petróleo bajo su hielo, llevar flotas pesqueras que arrasen sus profundidades y montar un gran negocio en torno a nuestra última frontera natural. Greenpeace acaba de lanzar la campaña #SalvaelArtico para conseguir que un millón de personas en todo el mundo pidan que las zonas no habitadas del Ártico sean declaradas Patrimonio de la Humanidad por Naciones Unidas.

Miles de personas anónimas ya han firmado en www.salvaelartico.es, y nombres como Alejandro Sanz, Penélope Cruz, Miquel Barceló, Javier Bardem o Pedro Almodóvar figuran en la lista de Embajadores del Ártico para preservar uno de los últimos tesoros naturales de nuestro planeta.


 


En el Ártico todo sucede a un ritmo especialmente lento, como el desarrollo de sus plantas y animales. Si en él se produjera un vertido de petróleo, muchas generaciones de los seres vivos que lo habitan sufrirían sus consecuencias, entre otras razones porque la ausencia de luz solar inhibiría la degradación del petróleo.

El ártico, la última frontera


Es en este delicado entorno en el que distintos países han decidido sacar toda su “artillería” para extraer hasta la última gota de petróleo que se esconde bajo el hielo. Los países con territorios limítrofes -Estados Unidos, Canadá, Rusia, Noruega y Dinamarca- protagonizan una descarnada carrera por hacerse con la explotación del Ártico. Es tal la ambición de estos países que existe una amenaza real de guerra en el futuro: han comenzado a comprar submarinos, aviones de combate y rompehielos de propulsión nuclear para proteger sus intereses económicos por la fuerza. Rusia y Noruega han anunciado “Batallones del Ártico” para luchar por sus intereses nacionales. Junto con la creciente militarización, seis países están tratando de apoderarse de zonas del Ártico que aún no han sido reclamadas, incluyendo el Polo Norte. En la actualidad toda la zona pertenece a la humanidad y Greenpeace defiende que así debe ser. El objetivo es librar al Ártico de las amenazas que le acechan y lograr su protección. Y la historia nos demuestra que es posible.

Hace más de 20 años, la Antártida se enfrentaba a amenazas similares. En 1991, tras años de campaña de Greenpeace y de otras organizaciones ecologistas, se logró que la Antártida fuera declarada Patrimonio de la Humanidad y quedara protegida. Este es el reto que hoy tenemos por delante: conseguir que el Ártico siga albergando la riqueza natural que le caracteriza. No olvidemos que su superficie es el doble que la de la Antártida y que lo habitan más de cuatro millones de personas, que dependen de su equilibrio para sobrevivir.

El cambio climático derrite el Ártico

El cambio climático ya está teniendo repercusiones de gran alcance en el Ártico, que ve cómo se reduce su extensión y el espesor del hielo marino. Cada vez sufre períodos más largos de aguas abiertas y sin hielo, y aguanta el aumento de las temperaturas del mar.

Cada tres minutos el Ártico pierde una superficie de hielo equivalente a la del Santiago Bernabéu debido al cambio climático.

Pero no solo sus habitantes se ven amenazados: la pérdida del hielo del Ártico es un gran problema para los más de 7.000 millones de personas que habitan por debajo del Círculo Polar Ártico. Su casquete de hielo actúa como un gran espejo que refleja la energía solar de vuelta hacia el exterior de la atmósfera, manteniendo la temperatura de la Tierra a niveles más bajos. Pero cada tres minutos el Ártico pierde una superficie de hielo equivalente a la del Santiago Bernabéu, debido al cambio climático causado por la quema de combustibles fósiles, y esta reducción supone una pérdida gradual de su capacidad de funcionar como un inmenso “aire acondicionado”, generando un peligroso ciclo vicioso.

Los científicos advierten de que la retirada del hielo en el océano Ártico se está produciendo con 30 años de antelación respecto a las ya de por si malas previsiones del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de la ONU. El hielo marino podría desaparecer totalmente en verano en menos de diez años. Algo que no ha ocurrido en el planeta desde hace más de un millón de años.

En 2009 Greenpeace realizó la primera parte de la expedición “Impactos del Ártico”. A bordo del barco de Greenpeace Arctic Sunrise, un equipo de científicos documentó durante tres meses los efectos del cambio climático en el Ártico.

La fiebre del petróleo bajo el hielo

El deshielo del Ártico permite el tránsito de buques por la zona durante varios meses al año. Esto conlleva que las empresas petroleras, las mismas que están generando el cambio climático, puedan beneficiarse de las consecuencias de su negocio.
Según el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS) puede que bajo el Ártico haya petróleo para llenar unos 90.000 millones de barriles, y bajo las aguas heladas que rodean Alaska podríamos encontrar petróleo para unos 20.000 millones de barriles. Aunque estas cantidades parezcan muy elevadas solo nos servirían para satisfacer la demanda de energía del planeta durante tres años.

Pese a ello, las prospecciones petrolíferas no paran de extenderse. Un ejemplo es que en el año 2000 el área explotada para crudo y gas de la zona que rodea Alaska era de 3,64 millones de hectáreas; en 2008 este área había aumentado hasta 31 millones de hectáreas.
Siguiendo este camino, la petrolera Shell está dedicando miles de millones de dólares a la búsqueda de petróleo en el Ártico. Ha enviado este verano dos plataformas petroleras anticuadas para perforar cinco pozos en los mares de Beaufort y de Chukchi, a pesar del riesgo de desastre ecológico. Una explosión grave bajo las aguas heladas del Ártico tendría unos efectos devastadores. Las temperaturas bajo cero, los enormes mares, los vendavales con fuerza de huracán, los largos periodos de oscuridad total, una ubicación remota y la casi total ausencia de infraestructuras hacen que el riesgo de estas operaciones sea muy elevado.

La pesca en aguas árticas

Las flotas pesqueras industriales y de arrastre ya surcan las aguas del Ártico también gracias al deshielo. Sus habitantes han pescado de manera tradicional durante miles de años, pero si estas flotas comienzan a explotar sus aguas su modo de vida estará en peligro. Además, las artes de pesca de estos buques son las que más degradan el medio ambiente. Muchos de ellos son arrastreros que capturan ingentes cantidades de peces, y gran parte de los cuales son arrojados muertos por la borda, al no utilizar métodos selectivos. También las especies de la zona que se alimentan de peces verán cómo sus recursos desaparecen y con ellos su futuro.

#Salvaelartico

Greenpeace ha lanzado en más de 40 países simultáneamente la campaña #SalvaelArtico, con el objetivo de recoger un millón de firmas en todo el mundo para que las zonas no pobladas del Ártico sean declaradas un Santuario global por Naciones Unidas. Esto significaría que lo que conocemos como Alto Ártico quedaría libre de explotaciones petrolíferas y de los buques de pesca industriales, entre otras amenazas. Significaría también que se pondría fin a la militarización de las potencias con intereses en el Ártico y que se evitaría definitivamente un conflicto en la zona.

El ártico, la última fronteraEl marcador de firmas registraba más de 500.000 a principios de julio, con lo que aún queda por recorrer la mitad del camino. Por otro lado, Greenpeace ha querido unir a personalidades de todo el mundo en esta campaña para que sirvan de motor para acelerar las firmas por el Ártico. Más de 100 actores, músicos, exploradores y líderes de todo el mundo se han convertido en Embajadores del Ártico. Entre ellos nos econtramos a Robert Redford, Paul McCartney o Jude Law, y a otro muchos españoles, ya que en nuestro país es donde más personalidades se ha unido. Alejandro Sanz, Penélope Cruz, Javier Bardem, Pedro Almodóvar, Miquel Barceló, Fernando Trueba, Jesús Calleja, Gorka Oxtoa, Dafne Fernandez, Lucía Jiménez, Marta Belenguer, Arturo Valls, Gonzo, Dani Mateo, Benito Saagredo, Rebeca Jiménez, el grupo musical La Sonrisa de Julia, Eva Hache, Daniel Guzman, Carlos Vega, Chenoa, Samanta Villar, Silvia Marsó, Carmen Conesa, Toni Cantó, o John Manson ya son embajadores del Ártico. Si aún no te has unido puedes hacerlo en www.salvaelartico.es


Todos los nombres de las personas que firmen se llevarán  al Polo Norte y se enterrarán junto a una Bandera por el Futuro. Mostrará que miles de personas creen que es posible un mundo verde y en paz. Pero la bandera es solo un símbolo, a la vez se llevará la representación de este millón de personas a cada líder político del mundo para preguntarle cuál es su posición frente al Ártico. Se llevará también a las Naciones Unidas, donde se pedirá un acuerdo global para proteger el Ártico. Hace 30 años se consiguió con la campaña para proteger la Antártida. Casi nadie creía que iba a tener éxito pero así fue. Ahora tenemos el mismo reto de futuro en el Ártico.

Una osa polar en España

La campaña #SalvaelArtico tuvo en España una “embajadora” especial: la osa polar Paula, una osa tan idéntica a las que viven en el Ártico que muchas de las personas que la vieron creyeron que era real. Vino para presentar aquí la campaña; estuvo en la rueda de prensa del proyecto, ha recorrido platós de televisión, ha formado parte de una obra de teatro en Madrid para los más pequeños y ha recorrido las calles de la capital para pedir la protección de su hogar. Los osos polares son un símbolo del Ártico y cada vez están más amenazados por el deshielo causado por el cambio climático.