El escándalo del fraude en los motores diésel de Volkswagen ha puesto de manifiesto que la empresa pensaba que estaba por encima del bien y del mal
Durante años Volkswagen ha ignorado sistemáticamente las denuncias recibidas para cambiar la política de emisiones de sus coches. El escándalo del fraude en algunos de sus motores diésel puede provocar la quiebra de la empresa, pero también ser un revulsivo para hacer más sostenible todo el sector.
Corría junio de 2011 cuando Greenpeace lanzó una campaña para denunciar el boicot continuo de Volkswagen (VW) a cualquier intento en la Unión Europea de reducir las emisiones de los coches. En un exitoso vídeo realizado por la organización ecologista se parodiaba un anuncio publicitario del fabricante de coches basado en la de la Guerra de las Galaxias, aunque pocos se habrían aventurado a decir entonces que este vídeo tendría incluso más éxito cuatro años después que en el momento de su lanzamiento.
Eran tiempos en los que Volkswagen presumía de su influencia en los despachos de Bruselas y era capaz de imponer su criterio sin tener que responder a críticas como las de Greenpeace. Quizás, esa arrogancia ha sido la que ha llevado a que cuatro años después la situación sea completamente diferente y a que ahora su imagen internacional esté por lo suelos. Si algo ha puesto de manifiesto el descubrimiento del fraude masivo en millones de coches con motor diésel de Volkswagen ha sido que la empresa se sentía por encima del bien y del mal y que pensaba que podía engañar a cualquiera con total impunidad. Al fin y al cabo, llevaba años ignorando a quienes osaban a denunciar sus malas prácticas y su poca conciencia medioambiental.
Que el descubrimiento del fraude haya tenido lugar en Estados Unidos no es casualidad. La influencia política del fabricante de coches allí no es comparable a la que tiene (o tenía) en Europa y la publicación en 2011 de un informe del Joint Research Centre, de la Comisión Europea, que aseguraba que los niveles de emisiones reales de óxidos de nitrógeno (NOx) eran mayores a los declarados, no pasó inadvertida al otro lado del Atlántico.
Así las cosas, un pequeño grupo de científicos de la Universidad de West Virginia, por encargo del International Council on Clean Transportation (ICCT), lograron demostrar en dos vehículos de Volkswagen (otro coche de BMW salió airoso de las pruebas) lo que ya había denunciado el Joint Research Centre, pero dieron un paso más allá y descubrieron que, para aparentar en los controles que las emisiones eran más bajas a las reales, se había equipado a los vehículos con un software que engañaba a los ordenadores en los test de laboratorio. Ahora, los algo más de 60.000 euros invertidos en la investigación podrían suponer la quiebra de la empresa, según algunos analistas financieros.
Daniel Moser, experto en transporte de Greenpeace en Alemania, recuerda el largo historial del Volkswagen como “boicoteador”, pero cree que puede haber más empresas bajo sospecha. “La ONG alemana Deutsche Unwelthilfe (DUH) ha detectado un problema similar al de Volkswagen en un modelo de Opel, por lo que creemos que se debe revisar a todo el sector automovilístico”.
Los fabricantes de coches siempre han sido muy reticentes a hacer que sus vehículos sean más sostenibles, aunque puede que este escándalo suponga un revulsivo, no solo para Volkswagen, sino para todo el sector y que incite a dar el salto a la producción de vehículos más responsables con los clientes y el medio ambiente. Sin duda, sería la única salida para que Volkswagen desandara su larga travesía hacia el lado más oscuro.