Europa no quiere transgénicos
Cada vez queda más claro: la mayoría de los países de la Unión Europea no confía en los cultivos transgénicos. A principios de octubre, más de la mitad de ellos solicitaron que se prohibiera el cultivo de transgénicos en su territorio. Piden que no se comercialice en sus territorios el maíz insecticida de Monsanto MON810, el único transgénico autorizado para el cultivo en la UE, ni ninguno de los que están pendientes de autorización. Hasta el momento se han sumado 11 países (Austria, Croacia, Francia, Grecia, Hungría, Letonia, Lituania, los Países Bajos, Polonia, Alemania y Chipre) y cuatro regiones (Valonia, Bélgica y Escocia, Gales e Irlanda del Norte), que suman el 66,2% de la superficie agrícola de la Unión Europea. Se espera que otros cuatro países (Bulgaria, Dinamarca, Italia y Eslovenia) también se sumen a la petición, de acuerdo con sus declaraciones públicas. España, en cambio, sigue siendo la oveja negra de los transgénicos en Europa.
Sin duda, un ‘no’ rotundo a los transgénicos que hay que celebrar. Nos enfrentamos a grandes retos, pero nos cabe duda de que muy pronto veremos una Europa completamente libre de transgénicos, que proteja su agricultura y que no arroje dudas sobre la seguridad de los alimentos que produce.
Explosiones en el Ártico
Explosiones cada 10 segundos, durante 24 horas, los siete días de la semana. Con un impacto acústico que produce gravísimos daños en narvales y otros mamíferos marinos. Esto es lo que está ocurriendo ahora mismo en el Ártico, en Groenlandia.
Durante el verano, una empresa noruega ha explorado hasta 7.000 km en busca de petróleo. Y lo ha hecho con explosiones acústicas submarinas que tienen una intensidad de ruido que sería percibida por el ser humano como unas ocho veces más fuerte que un motor a reacción despegando, y que suponen un impacto brutal sobre el sistema de comunicación o ecolocalización de ballenas y otras especies marinas. Este tremendo ruido de 259 decibelios impacta en los oídos de mamíferos marinos, como el amenazado narval, provocando la sordera temporal o permanente de los animales, e impactando a hábitats de especies que hasta la fecha han tenido escaso contacto con el ser humano.
Greenpeace sigue trabajando para parar todas las exploraciones de petróleo en el Ártico. No pararemos hasta lograr que las explosiones se paren, porque los beneficios de las compañías petroleras no pueden estar por encima de la conservación de este ecosistema único.
La NASA nos da la razón
El pasado mes de agosto la NASA dio un dato alarmante: el nivel del mar ha subido mucho más de lo que se preveía. En los últimos 23 años la subida media ha sido de ocho centímetros, llegando a los 22 en lugares como las costas del Pacífico de Asia y Oceanía.
¿El motivo? El cambio climático. El calentamiento de las aguas provoca la desaparición de glaciares y funde el hielo continental de los polos. La consecuencia es que el nivel del mar sube, y va a seguir haciéndolo.
Muchos se han sorprendido ante estos datos. Pero en Greenpeace llevamos muchos años denunciando que o se lucha de manera seria contra el cambio climático o la subida del nivel del mar va a continuar inexorable. Llevamos años viviendo los ataques de los “negacionistas” por alertar de lo que hoy nos confirma la NASA. En 2009 incluso nos llevaron a los tribunales por alertar de la subida del nivel del mar, y nos tacharon de alarmistas. Pero ahora los datos y la realidad nos vuelven a dar la razón.
¿Qué más tiene que suceder para que se luche contra el cambio climático?