Magazine / diciembre 2015

Cumbre del clima

© Micha Patault/ Greenpeace

Un acuerdo climático para la esperanza

La cumbre climática de París pasará a la historia por ser la primera vez en que todos los países presentes, cerca de 200, han reconocido sin tapujos la necesitad de limitar a 1,5 ºC el aumento de la temperatura del planeta. Habría sido un acuerdo perfecto, si también hubieran acordado cómo hacerlo. El trabajo acaba de comenzar.

El viernes previo a la firma del acuerdo corría un aire de pesimismo por los pasillos de Le Bourget, el centro de conferencias donde tenía lugar la Cumbre. En la calle, más allá de las decenas de policías con fusiles de asalto que velaban por la seguridad del encuentro, se veía a pocas personas y todas caminaban deprisa: el último borrador presentado había sido decepcionante y los ánimos estaban bajos. Pero aún no estaba todo dicho.

Los negociadores sabían que era necesario un acuerdo. Las personas, ONG y organismos que trabajan con asuntos relacionados con el clima sabían que 2015 iba a ser un año crucial, y no solo por el calor. Tras las fallidas experiencias de las anteriores cumbres de clima, especialmente la de Copenhague de 2009, la cumbre climática de diciembre de París debía, sin dilación, renovar el protocolo de Kioto y establecer objetivos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero justos, ambiciosos y vinculantes. El tiempo del papel mojado debía terminarse, 2015 sería el año de París.

A lo largo del año se había producido señales significativas de un cambio de paradigma. El presidente Obama usaba sus discursos para concienciar a la sociedad de la necesidad de tomar medidas. “Esta es la primera generación que sufre los efectos del cambio climático y la última que podrá frenarlos”, decía el presidente estadounidense, mientras diferentes organizaciones como la Oficina Meteorológica Mundial (OMM) achacaban el incremento en el número y la intensidad de los fenómenos meteorológicos extremos que sufre el planeta al calentamiento global.

Incluso el Papa Francisco, por primera vez en la historia, publicaba una encíclica sobre medio ambiente y situaba al cambio climático en el centro del debate, animando a todos los cristianos a tomar medidas para frenar el calentamiento global que, según se ha conocido este mismo año, ya ha provocado que la temperatura media del planeta haya subido un grado centígrado con respecto a la época preindustrial (1750). Así las cosas, y en previsión de consecuencias peores, cada vez más científicos habían rebajado su solicitud previa de reducir la temperatura planetaria máxima para evitar los peores impactos de 2 ºC a 1,5 ºC, y los países presentes en la COP así lo han reconocido y han acordado hacer todo lo posible para que no rebasar esa cifra. “El acuerdo es histórico, porque se reconoce el problema y eso es muy positivo, ahora falta que las partes firmantes definan cómo van a hacerlo, por lo que tenemos un gran trabajo de vigilancia por delante”, comentaba Tatiana Nuño, responsable de la campaña de Greenpeace que ha asistido a la Cumbre como observadora.

Antes de comenzar la Cumbre de París, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, advirtió que el tiempo jugaba en nuestra contra y que cada vez nos acercábamos a “los efectos más catastróficos del cambio climático”. Los Gobiernos de los países más desarrollados de Europa o Estados Unidos (con mayor responsabilidad en el calentamiento global) y los que se han desarrollado en los últimos años (como India o China) sabían que estaban condenados a entenderse. Había que reducir las emisiones aunque la discusión, nuevamente, ha sido la parte económica, y así lo reconoce el acuerdo, aunque con la suficiente ambigüedad para que EE.UU no sintiera la decisión como algo impuesto desde fuera: “los países deberían hacer todo lo posible...”, en lugar de “deberán”, como habían propuesto algunos países más estrictos.

“Limitar el aumento de la temperatura de aquí a 2050 a 1,5 ºC solo es posible apostando por un modelo energético 100% renovable”, recordaba Nuño, “de modo que esta cumbre debería ser la del fin de los combustibles fósiles y las energías sucias”.

La cumbre “sin sociedad civil”

Si bien las movilizaciones de la sociedad civil en París en torno a la Cumbre del Clima se han visto empeñados por los trágicos sucesos ocurridos en el mes de noviembre en la capital francesa, numerosas personas participaron en las actividades y protestas en otros países. Por ejemplo, Madrid vio cómo marchaban por sus calles miles de personas convocadas por la Alianza por el Clima para pedir un modelo energético renovable como paso indispensable para frenar el cambio climático. París solo toleró una marcha el sábado 12, el mismo día del acuerdo, y lo hizo ese mismo día por la mañana.
“La Cumbre del Clima deberá ser una cumbre para las personas” anunció también Obama. Y es que efectivamente cada vez más la sociedad civil se ha empoderado y ha tomado las tiendas de un problema que cuyas consecuencias afectan en primer orden a las personas, como han mostrado algunos de los “héroes por el clima” de Greenpeace, ciudadanos de a pie que en su día a día ven cómo el cambio climático ha dejado de ser una noticia de los informativos para convertirse en un auténtico problema, tan real como inmenso.
Las islas Marshall, un pequeño archipiélago situado en el océano Pacífico, a medio camino entre Estados Unidos y Australia será uno de los lugares más afectados por el cambio climático. De hecho ya sufren sus efectos. Durante la cumbre, el discurso de una de sus habitantes, una joven de 18 años, rompió el corazón de los asistentes “Espero que volváis a casa y que algún día podáis contar a vuestros hijos y a vuestros nietos la historia de cómo hoy ayudasteis a salvar estas pequeñas islas y el mundo”. Los países se han comprometido a hacerlo; ahora solo hace falta que lo hagan.

Conrado García del Vado es responsable de Comunicación en Greenpeace España

Conrado García del Vado es responsable de Comunicación en Greenpeace España

@congdv