Estudios recientes de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) sobre emisiones en 2010 demuestran lo poco que estamos haciendo para frenar el cambio climático: tras un incremento muy moderado de las emisiones de CO2 en 2009, gracias a la crisis, el año pasado batió todos los récords y las emisiones previstas por la industria para 2020 sobrepasan el 80%.
Ya no son solo las ONG las que ponen el grito en el cielo ante estos resultados. Representantes de la AIE y de Naciones Unidas alertaron la semana pasada de que, de no frenarse esta tendencia, no podríamos limitar a dos grados el calentamiento global, tal y como se comprometió la comunidad internacional en la Cumbre del Clima 2010, celebrada en Cancún (México).
Es necesario invertir esta tendencia y asumir compromisos elevados de reducción de emisiones es, además, recomendable económicamente.
Un informe publicado recientemente en Nueva York por American Security Project’s, “Pay Now, Pay Later” (PNPL) lo deja claro: en Estados Unidos, no asumir compromisos en la lucha por el clima es, simplemente, dar el primer paso en el declive del liderazgo mundial.
Lo mismo sucede en la Unión Europea (UE), uno de los principales emisores pero también líderes climáticos de la historia: la UE puede y debe asumir un compromiso de reducción de emisiones del 30% para 2020 no solo para frenar el cambio climático sino para reactivar la economía.
Multitud de voces europeas se han manifestado al respecto. El Parlamento Europeo, la Comisión y varios países apuestan por este aumento del compromiso climático de la UE, pero también lo hace la industria, como muestra inequívoca de la apuesta de la UE por la economía verde y la competitividad: compañías como Unilever, IKEA, Danone, Sony, Deutsche Telekom y Allianz o las españolas Acciona, Abengoa, Adolfo Domínguez, Bodegas Torres, Mango o Sol Meliá, entre otras, han pedido a los líderes europeos que dejen de fundamentar la política climática europea en los intereses de la industria de los combustibles fósiles y velen por el conjunto de sectores económicos.
España es uno de los países que, junto a Suecia, Dinamarca, Portugal, Grecia o el Reino Unido, se han manifestado abiertamente a favor del salto al 30% y es lógico. Nuestro país sería uno de los más beneficiados por el empleo que generan las energías renovables y podría reactivar uno de los sectores más castigados por la crisis, el de la construcción, mediante la adaptación de los edificios españoles a mayores objetivos de eficiencia y ahorro energético.
Lo que no es lógico es la falta de coherencia de la política nacional con dicho discurso: al tiempo que se apoya el 30%, el Gobierno español está reduciendo sus compromisos de apoyo a las renovables y aplicando un Real Decreto que subvenciona al carbón, la fuente más contaminante de producción energética (responsable del 44% de las emisiones). La misma secretaria de Estado de Cambio Climático, Teresa Ribera, lo ha reconocido: “el uso masivo del carbón es uno de los motivos de este incremento (de las emisiones). Se come con creces los avances. Todos perdemos con ello”.
Hoy se inaugura la segunda ronda de negociación climática internacional de 2010, en Bonn, esperemos que los delegados de los diferentes países hayan hecho los deberes, conozcan el contenido de dichos informes y actúen en consecuencia. No se trata solamente de salvar el clima.
Aida Vila, responsable de la campaña Cambio climático y Energía
- Comunicado de prensa