Estos días están proyectando en Madrid el documental “Plastic Planet”, de Werner Boote, que trata de mostrar la cara oculta del plástico. Esa que hay detrás de su versatilidad, durabilidad y bajo coste (que, quizás, no es tan bajo). Lo hace redescubriendo una historia de medio siglo.
Cuando en los años 50, el abuelo de Werner Boote mostraba orgulloso a su nieto los modernísimos productos de plástico -”ese material tan versátil y en plena expansión”- no sabía lo que iba a ocurrir medio siglo más tarde.
No sabía por aquel entonces que ahora, con todo el plástico que se encuentra sobre la faz de la tierra, se puede “plastificar” el planeta hasta seis veces. Seis capas de plástico... Probablemente, tampoco sabía que los aditivos que se utilizaban, y aún se utilizan, en los plásticos hoy corren por nuestra venas y están en nuestros tejidos. Y que, además, éste es parte del precio por no haber estudiado previamente los efectos potenciales de las sustancias que se ponían en el mercado y que hoy sabemos que provocan gravísimas alteraciones en nuestra salud y en la de nuestra descendencia.
Ni se imaginaría que, es tanto el plástico vertido al entorno y tan lenta su degradación ambiental, que a modo de “sopa” podemos encontrar grandes extensiones oceánicas de 60 partes de plástico por cada parte de plancton en la columna de agua. Ni siquiera pasaría por su cabeza la imagen de los enormes trozos de plástico con los que algunas aves alimentan a sus crías al confundirlas con alimento y cómo provoca en ellas, no solo una lenta intoxicación sino, en ocasiones, la muerte por bloqueo gástrico, inanición o asfixia.
Y seguro que lo que menos se imaginaba es que su nieto, quien pasó su infancia cautivado por el olor y el sabor del plástico, iba a dirigir una película documental llamada “plastic planet” con una intención muy clara y es que todo el mundo conozca lo que la industria química ya sí que sabe de sobra, aunque se lo calle.
Que los efectos de haber introducido ese material tan versátil en nuestra vida, hasta los últimos rincones, ha condicionado la vida tal y como la conoció el abuelo de Werner. Para algunas especies, hasta un nivel de supervivencia y para cada vez más personas, a una calidad de vida empobrecida y truncada por enfermedades tales como el cáncer, la diabetes, la obesidad o la infertilidad...
Y más saben, que si mañana acabásemos con nuestra dependencia del plástico, aún sufriríamos sus consecuencias durante 500 años más. Es mucho tiempo, pero, sin duda, es el camino. “Plastic planet” merece verse.
Sara del Río (@saradrio), responsable de la campaña de Contaminación de Greenpeace