Ayer miles de personas demostramos, en Villar de Cañas, que no existe consenso social, ni político, ni empresarial a la instalación del cementerio nuclear. Nos manifestamos pidiendo la retirada de este proyecto que sólo beneficia a la industria nuclear que, ávida por librarse del combustible nuclear gastado que ha generado y que hoy albergan las centrales nucleares, quieren desprenderse de estos residuos nucleares para alargar la vida de las centrales pasándonos el problema a los ciudadanos.
Lo que está en juego y lo que el conflicto del cementerio nuclear pone de relieve, una vez más, es la lucha entre un viejo modelo de generación eléctrica basado en energías sucias como la nuclear y el carbón, defendido por las grandes eléctricas y basado en el control, la centralización y monopolización de la producción y venta de electricidad frente a un nuevo modelo incipiente de generación cerca del lugar de consumo, descentralizado, más eficiente, seguro, barato y con mayor generación de empleo local pero que escaparía al control de las grandes eléctricas en favor de nuevos actores especializados en energías renovables y eficiencia energética. Medidas con las que España podría ahorrarse más de 200.000 millones al año, cada año, de aquí a 2050 según nuestros cálculos recogidos en el informe Energía 3.0.
En este conflicto las víctimas no son sólo los ciudadanos de Villar de Cañas, de la provincia de Cuenca y sus generaciones venideras que con el cementerio nuclear perderían para siempre cualquier oportunidad de un desarrollo sostenible. Ayer en Villar de Cañas escuchamos el testimonio de agricultores y ganaderos cuyos productos tienen su imagen amenazada, empresarios de turismo rural que se preguntan quién querrá pasar sus vacaciones cerca de un cementerio nuclear. Escuchamos al representante de una empresa conquense de energías renovables que crea 80 puestos de trabajo ahora amenazados por la moratoria a las renovables impuesta por el actual Gobierno, a una niña de 16 años de un pueblo cercano “en representación de las generaciones futuras” que no quiere vivir con miedo y que se pregunta indignada porqué los niños van a tener que aprender a evacuar su pueblo y porqué están hipotecando su futuro. Escuchamos también al alcalde del cercano municipio de Tresjuncos, a tan sólo 15 kilómetros de Villar de Cañas y que nos cuenta que a su pueblo no le han consultado si querían o no vivir junto a un cementerio nuclear.
Pero también las victimas somos el resto de ciudadanos porque si el Gobierno no rectifica su política pronuclear y anti-renovables aprendiendo de Fukushima seguiremos expuestos al riesgo de accidente nuclear y nos mantendremos anclados en un modelo energético socialmente injusto, peligroso, dependiente del exterior e incapaz de frenar el cambio climático ni de crear empleo sostenible y de calidad en nuestros pueblos y ciudades. Lo que suceda en Villar de Cañas nos afectará a todos. Tomemos partido y hagamos el debate energético nuestro, de todos, y que como ayer hicieron los castellano-manchegos en Villar de Cañas empecemos a escribir nuestro propio futuro, un futuro sin nucleares.
Rodrigo Marcos (@rodrionline) Campaña antinuclear de Greenpeace
Imágenes: Pero Armestre (@PedroArmestre)