Son las once de la noche en Keflavik (Islandia), la una de la madrugada hora española y acabamos de cenar en el Hotel Keflavik.
Hoy ha sido un día muy largo: hemos salido al mediodía de Madrid dirección Copenhague, donde hemos llegado a primera hora de la tarde y hemos tenido que esperar hasta casi las ocho de la noche para volar a Islandia. El horario de vuelo marcaba una hora y diez minutos, así que cuando hemos embarcado, cansados de la espera y del viaje anterior, nos hemos dicho “esto está hecho, en un par de horas estamos en el hotel”. Con este feliz pensamiento nos hemos dispuesto a leer cada uno nuestro libro o a ver la película programada para el vuelo, algunos nos hemos dormido, luego hemos vuelto a leer, nos hemos vuelto a dormir... En fin, que cuando ya parecía que era la hora y diez minutos más larga de la historia nos hemos dado cuenta de lo que sucedía: en esta época del año hay una diferencia horaria de dos horas entre el continente europeo e Islandia y nuestro vuelo no duraba una hora y diez minutos sino tres horas y diez... ¡Con razón se nos hacía largo el viaje!
Pero una vez asumida la realidad es momento de relajarse y disfrutar y, por suerte, en este rincón del mundo en el que nos encontramos esto es fácil: sólo hay que mirar por la ventana del avión. Lo primero que han visto mis ojos al asomarme ha sido un sinfín de nubes sobre el mar, en formaciones verticales, como esculturas o montañas blancas de mil formas, luego, más allá de la línea de la costa me ha parecido ver una alfombra verde oliva, húmeda y mullida estampada por cuatro casas aquí y allá. El sol se ponía en el mar y los colores eran espectaculares... todo el avión se ha impregnado de tonos naranjas y rojizos y del calor de los últimos rayos del día. En el momento más bucólico se oye al capitán: “empezamos el descenso hacia Keflavik”.
Una vez en el hotel y ya con conexión a internet leemos las últimas noticias del barco. Después de instalar los instrumentos de monitoreo del glaciar Petermann y pasar más de cinco semanas estudiando las dinámicas que influyen en el deshielo del glaciar Humboldt, han descendido hasta la zona de Sermilik Fjord, al sur de Groenlandia, dónde nos esperan.
Con el apoyo de la tripulación del Arctic Sunrise, los científicos que han participado en las dos primeras fases de la expedición han podido recoger datos sobre los glaciares y la oceanografía de la zona que van a ser determinantes para comprender la reacción de los glaciares de Groenlandia al calentamiento global. En los siete últimos años la contribución del derretimiento del hielo continental de Groenlandia al aumento del nivel del mar se ha doblado y sólo los dos glaciares estudiados por la expedición -Petermann y Humboldt- son responsables del 10% del agua proveniente del deshielo continental ¡que hace aumentar el nivel medio del mar en todo el mundo!
El correo electrónico que nos han mandado desde el Arctic Sunrise confirmaba, también, que dos nuevos equipos de científicos ya se han unido a la expedición: uno liderado por la Dra. Fiamma Straneo, que está elaborando un estudio oceanográfico del fiordo y estudiando la llegada de aguas subtropicales cálidas que aceleran el deshielo de Groenlandia, y el otro por el Dr. Gordon Hamilton, que trabaja en el glaciar de Helheim, en el noroeste del fiordo de Sermilik.
Por último, el equipo de la expedición nos contaba la logística del viaje y nos daba cuatro consejos prácticos sobre Tasiilaq, el pueblecito del sur de Groenlandia donde estaremos alojados unos días y nos alertaba sobre uno de los peligros más frecuentes: ¡la visita de osos polares en busca de comida! El último que se acercó al pueblo lo hizo el pasado mes de junio... esperemos que recogiera provisiones para todo el verano y no necesite bajar a comprar de nuevo mientras estamos nosotros allí.
Aida Vila, campaña Cambio climático y Energía de Greenpeace España