La ecología humana es una disciplina de la biología que se resume en vincular las relaciones del ser humano con su medio natural. Entre otras materias, se analiza cómo contemplar un bosque frondoso o una playa virgen produce en el hombre y en la mujer una intensa felicidad no material que revierte en, desde la producción de endorfinas hasta una conciencia personal de la necesidad de protección del entorno.
Sorprendentemente, en nuestro litoral hemos ido poco a poco transformando muchos de los paisajes costeros hacia el mismo perfil de ciudad donde la mayoría de la población mora el resto del año. Atascos, calles sucias, ruido, playas atestadas de gente... Nada diferente a las grandes ciudades. Lógicamente, las grandes urbes del litoral están viendo cómo paulatinamente desciende el número de visitantes y el número de hoteles ocupados.
En nuestro informe Destrucción a Toda Costa 2012, nos hacemos eco de la necesidad de buscar otro modelo de turismo alejado del clásico “modelo de sol y playa” donde todo vale con tal de poder tumbarte sobre arena fina bajo el sol. El modelo presenta síntomas claros de agotamiento, debido a la masificación, exceso de oferta y degradación de los ecosistemas costeros. Una de las consecuencias de esa explotación masiva del modelo, a la que se sumó en la última década la burbuja del ladrillo, es que amplias zonas litorales sufren ahora fenómenos de masificación y degradación que suponen en la práctica la pérdida de atractivo como destinos turísticos.
Turismo local, turismo respetuoso
Pero el futuro no es negro. Al contrario. Existen numerosos tramos de nuestra costa en buen estado donde se promueve el turismo local y el respeto a la naturaleza. Aunque parezca mentira, en Ibiza hay otra imagen alejada de la fiesta y el turismo masivo; la otra Ibiza existe y Peter Brantschen nos la enseña a través de su agroturismo, un tipo de alojamiento respetuoso con el entorno.
Otro ejemplo, paradigma del respeto por la mar, es que cada día miles de personas de todo el mundo observan cada ola, cada racha de viento para surcar sus aguas con la única ayuda de una tabla de surf. Es otro tipo de turismo que atrae a las playas vascas a más de 20.000 visitantes de todo el mundo cada año y da empleo a unas 600 personas, además de aportar más de seis millones de euros al PIB de Euskadi. Anaut Paterson trabaja en Surfrider y nos cuenta en primera persona que hay otras formas de acercarse a la costa.
Existe el escenario alternativo al modelo turístico de sol y playa. En él el eje sería la rehabilitación integral del litoral, reorientando a la industria de la construcción hacia la rehabilitación de las viviendas, infraestructuras turísticas y espacios urbanos, incorporando prácticas y técnicas sostenibles en todas ellas, y todo ello unido a la rehabilitación de la franja litoral, los espacios naturales y las playas.
Así, según sus cálculos que presenta Greenpeace, la carga ambiental sobre el litoral podría bajar hasta el 80 %, mientras los beneficios acumulados para el año 2020 podrían llegar a los 18.600 millones de euros en términos reales en esas zonas. El modelo turístico español corre el riesgo de morir víctima de su propio éxito si no corrige algunos de sus principales desequilibrios, ya que en el afán de atraer un turismo que busca sol y playa se han cometido radicales excesos que ponen en serio riesgo no solo la sostenibilidad medioambiental de la costa sino, la propia viabilidad del sector. Una vez más, no a nuestra costa.
Pilar Marcos (@PilarMarcos), responsable de la campaña de Costas de Greenpeace
- Comunicado de prensa
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