En Greenpeace queremos ser testigos, de primera mano, de lo que está pasando en el Ártico, en esa zona remota para muchos pero seriamente amenazada por el cambio climático y la industria del petróleo. Por eso desde hace semanas nuestro barco Arctic Sunrise está en Groenlandia donde se están realizando unos sondeos sísmicos por parte de la empresa noruega TGS Nopec para buscar las últimas reservas de petróleo. La zona elegida no es casual. En el área del sondeo empresas como BP, Chevron, ENI, Statoil o Shell tienen licencias de exploración y perforación.
Tras varios días de navegación, finalmente nos hemos acercado lo suficiente al barco que está disparando los cañones de aire hacia el fondo marino para ver si esconde petróleo.
Hemos sumergido nuestras cámaras y micrófonos bajo el agua y hemos escuchado los cañones de aire cuando explotan las cargas cada 10 segundos bajo las aguas del Ártico, 24 horas al día, siete días a la semana hasta que cubran a finales de octubre los 7.000 km de transectos del sondeo. La intensidad de la explosiones es tal que nuestros compañeros que han tomado las imágenes y el sonido las han sentido en su cuerpo, a pesar de estar en una lancha sobre la superficie. ¿Cómo lo sentirá entonces la vida marina que tenga la mala suerte de toparse con ellas?
Descubre el vídeo sobre las prospecciones en el Ártico
Son cañonazos de 259 ensordecedores decibelios, que para hacernos una idea, si se emitiesen fuera del agua sería el equivalente a ocho veces el sonido que emite un avión de motor a reacción al despegar. Es un ruido ensordecedor, que puede reventar los oídos. Y aunque eso ya es grave de por si las consecuencias para especies como las ballenas o los narvales son dramáticas ya que dependen del oído para orientarse y comunicarse.
Un estudio científico independiente concluye que las explosiones del sondeo sísmico en el Alto Ártico es “alarmante” y que podría herir gravemente a las ballenas y otras especies marinas. Entre los muchos impactos negativos identificados se encuentran pérdida de oído, alteración de las rutas migratorias, varamientos, aumento de los niveles de estrés y mayor incidencia de que queden atrapados en el hielo.
Terribles consecuencias de la búsqueda desesperada de las últimas reservas de petróleo. La vida marina del Ártico, con especies amenazadas, no se lo puede permitir. Sus aguas deben ser protegidas de las actividades de la industria del petróleo.
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