Pronto se cumplirá un año desde que los medios de comunicación se hicieron eco de la situación terminal del Mar Menor, la mayor laguna litoral del mediterráneo occidental, un ecosistema tan singular que le ha valido ocho figuras de protección, tanto nacionales como internacionales.
El pasado noviembre, el Instituto Español de Oceanografía y la Asociación de Naturalistas del Sureste (ANSE) hacían pública una noticia que ha caído como un jarro de agua fría en la sociedad murciana. El proceso de eutrofización ha llegado a tal extremo que en menos de dos años se ha perdido el 85% de las praderas marinas. La acumulación de fitoplancton en este tiempo ha sido tan grande que la laguna de aguas cristalinas de hace pocos años, en la actualidad es tan turbia que apenas permite la visibilidad más allá de 30 centímetros y es precisamente esta falta de luz la que ha acabado con las plantas marinas que antes cubrían sus fondos.
Podríamos asumir lo sucedido si este proceso se hubiera iniciado repentinamente, sin previo aviso, pero lo indignante es que, tanto asociaciones ecologistas como científicos, llevábamos decenios advirtiendo que esto iba a ocurrir, pero la negligencia de la Administración llegó al extremo, cuando un alto cargo de la Comunidad Autónoma declaraba públicamente que “el Mar Menor está mejor que nunca y no vamos a reducir regadíos”.
Sin embargo ya nadie pone en duda que la causa de todo lo ocurrido está en el vertido masivo y continuo de nutrientes procedentes de una agricultura sin control alguno, modernas transformaciones agrarias que han desfigurado por completo la cuenca (Campo de Cartagena) y que hacen un uso desmedido de abonos químicos, con la complicidad de todas las administraciones (nacional, regional y locales) que han protegido esta actividad sin someterla a limitación ni control alguno. El urbanismo salvaje y la falta de depuración de aguas de un crecimiento exponencial y la destrucción de suelo han continuado con el suma y sigue.
Continúan sin entender qué es el desarrollo sostenible. No sólo perdemos la laguna, el afán por un beneficio inmediato y una visión cortoplacista de la economía han puesto en una situación límite el futuro de la pesca, el del sector turístico e incluso el de la propia agricultura, pues las mismas asociaciones agrarias temen perder las ayudas de la Comunidad Europea a la vista del grave daño ambiental que están causando.
Si algo positivo se ha podido derivar de todo esto, es la contundente respuesta social plasmada en la creación de la plataforma Pacto por el Mar Menor, que ha tenido la capacidad de aglutinar una amplísima representación social, desarrollando una actividad intensa con movilizaciones, conferencias, elaboración de alegaciones, reuniones con las administraciones nacionales y europeas, etc… y que han tenido una continua presencia en los medios de comunicación.
Es muy difícil saber qué pasará ahora, pero no nos daremos por vencidos hasta que al Mar Menor se le haga justicia y se le garantice un futuro sostenible.
Feliciano Sáez Gómez. Voluntario de Greenpeace Murcia y miembro del Grupo de Coordinación de Pacto por el Mar Menor.