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Se vende terreno de huerta en el nuevo Manhattan costero |
El ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Y tres y cuatro... La palabra crisis está en la mente de todos desde hace casi dos años, el estallido de la burbuja inmobiliaria es una de las causas en nuestro país, y sin embargo atendemos atónitos a una noticia como la que se produjo la semana pasada en la que se aprobó en pleno extraordinario del Ayuntamiento de Cullera el PAI de la Vega, también conocido como el “Manhattan de Cullera”.
Este proyecto urbanístico prevé la construcción de 33 torres de hasta 25 alturas, dos hoteles de 40 plantas, un campo de golf y un puerto deportivo y pesquero. Todo ello en un terreno de huerta junto a la desembocadura del Júcar que hasta ahora se había salvado de la depredación de la costa.
En 2005 se presentó el PAI de la Vega-Puerto. La Confederación Hidrográfica del Júcar advirtió la imposibilidad de suministrar agua suficiente para atender un complejo al que podrían trasladarse hasta 20.000 personas, duplicando la población actual de Cullera. La Dirección General de Costas también advirtió de los efectos ambientales negativos de esta actuación. Sin embargo en 2007, en pleno boom del ladrillo y a pesar de los informes en contra, la Generalitat Valenciana dio el visto bueno a este nuevo mordisco en la costa.
Ejemplos como Marina d'Or, que ha catapultado a la provincia de Castellón al primer puesto de zonas con más pisos sin vender (30 pisos vacíos por cada 1000 habitantes) o el horror urbanístico del cercano Benidorm, que ha modificado radicalmente el frente marítimo y la línea de costa, no sirven para frenar la destrucción del litoral. Con el municipio de Cullera repleto de carteles de “se vende”, como denuncian sus propios vecinos, una decisión así sólo puede entenderse si hay intereses económicos detrás. Resulta incluso descarado que en los tiempos que corren, con la caída del sector inmobiliario y tras todas las tramas de corrupción asociadas al ladrillo que se han destapado, se siga buscando la justificación de estos megaproyectos urbanísticos.
Algunos se echan las manos a la cabeza y otros encuentran justificación en que esos terrenos “son sólo cañas”. Lo mismo se ha oído de los terrenos donde se encuentra El Algarrobico en los que “ahí sólo hay lagartijas”, o de la playa de El Palmar a la que “sólo van los de los bocadillos de mortadela”.
Quienes gustan de paseos marítimos, torres de apartamentos y espigones tienen ya una oferta más que variada en todo el litoral español. Ya es hora de que nos dejen a quienes preferimos un entorno más tradicional y natural los pocos espacios que quedan. Nosotros no queremos seguir tropezando con la misma piedra ... o mejor dicho, con el mismo ladrillo.
Elvira Jimenes, campaña de costas