Año 2055. Junto a un campo de refugiados en un ártico sin hielo, un hombre mira al pasado preguntándose por qué la humanidad no hizo nada para detener el cambio climático cuando todavía estaba a tiempo. Y busca la respuesta en un archivo de documentales. Es el argumento de The Age of Stupid, que el 21 y 22 de septiembre se estrena simultáneamente en 40 países, incluyendo el nuestro. El estreno coincide con la apertura de la semana de sesiones sobre el clima de la Asamblea General de la ONU, con la mirada puesta a la próxima Conferencia de las Partes del Convenio Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que tendrá lugar diciembre en Copenhague.
De Copenhague tiene que salir el sucesor del Protocolo de Kioto, que caduca el año 2012. El aumento sin tregua de las emisiones a lo largo de la última década (a pesar de Kioto) y la magnificación del cambio climático a ojos vista (de la mano de efectos de retroalimentación y de interacciones que los científicos no habían ni imaginado hacetan sólo cinco años) señala la necesidad imperiosa de que las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEH) dejen de crecer en el 2015, y que a partir de aquel momento bajen rápidamente. Para ello hace falta que, aparte de financiar los países empobrecidos a fin de que puedan desarrollar energías limpias, adaptarse a los efectos ya inevitables del cambio climático y detener la deforestación, los países ricos se comprometan a descender sus emisiones en un 40% para el año 2020.
Dilapidar Copenhague equivaldría a duplicar los intereses de nuestra hipoteca. No actuar inmediatamente para disminuir las emisiones, también.Hay que empezar a hacerlo ya, hay que transformar de forma acelerada nuestro sistema eléctrico, nuestra movilidad, nuestra alimentación. ... Y hay que combinar el diseño óptimo de un futuro energético con el abandono urgente de nuestra dependencia actual de los combustibles fósiles. Hay que construir urgentemente una gran red de parques eólicos, centrales termoeléctricas , grandes huertas solares y otras centrales eléctricas renovables que nos permitan cerrar las nucleares y prescindir, primero, del carbón, y acto seguido del petróleo y del gas natural, a la vez que preparar la era de la energía renovable más distribuida. Pero el más urgente es que hace falta que comprendamos, todos, la imperiosa necesidad de hacer frente a la amenaza de que día a día se anuncia a la comunidad científica y en los informativos.
"Es como observar con primáticos a la gente de una playa lejana, corriente en círculos, atentos sólo al pequeño trozo de arena bajo sus pies, mientras un tsunami avanza", nos dice el protagonista de The Age of Stupid. De buen seguro observaría gobiernos de izquierdas apostando por nuevas autovías, puertos ampliados y un aeropuerto para cada capital, y basando su planificación eléctrica en el gas natural; fabricantes de coches vendiendo como "verdes" vehículos que se ajustan a una ley que ellos mismos han aguado; edificios emblemáticos que desperdician la energía que podrían captar de su entorno o hacen del derroche energético un elemento "cool"...y organizaciones conservacionistas oponiéndose a desarrollos eólicos por razones puramente paisajísticas y de especulación.
Mientras tanto, el tsunami prosigue su avance.
Anna Rosa Martínez,
Delegada en Barcelona de Greenpeace España.
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